jueves, 28 de octubre de 2021

La clarividencia


A aquel que mire chiflado a quien ve,
¿Qué locura lo cura de su incomprensión?

Sálvenos de entre la ciega razón del presente, la lucidez de percibir el potencial de los seres. El aroma de una flor en su semilla, el batir de las alas en la oruga o la virtud por descubrir en cada ser.

En el mundo de los cuerdos, la clarividencia es la soledad acompañada, la convicta convicción, condenada al onírico delirio de la realidad.

* Cuadro "La Clarividencia" de Magritte.

jueves, 21 de octubre de 2021

El éxito

Lejos de los estándares, el éxito no son unos bolsillos llenos si el corazón queda vacío, sino experimentar la subjetiva ocasión de realizarse

Y en cuanto a mí,
esa es la única lucha, 
la única hucha en que invierto.

* Escena de "Hacia rutas salvajes" en què el protagonista se refleja con desencanto a sí mismo, en la figura de otra persona, como proyección de las expectativas sociales del éxito

sábado, 16 de octubre de 2021

Los almendrones de la Habana

Aturdidos como el pueblo, circulan ya los almendrones de la Habana, zozobrando en su cansino rumbo. 

Veo en ellos vestigios de glorias pasadas, como la revolución y remiendos de un sistema averiado, congelados en el tiempo, pese a la cálida brisa caribeña.

Los colores y contornos que alegres visten su carcasa, como a las guajiras, mientras débiles, rugen sus tripas.

También ellos fueron rehenes de un mismo secuestro durante más de 6 décadas. 

También ellos, turistas de paso, viven su largo exilio a la inversa. 

Y quedáronse aislados, exiliados afuera, residentes adentro, algunos hasta ahogar su luz. Náufragos del bloqueo y la dictadura, balseros que nunca llegaron ni regresaron, de entre las desoladas olas. 

Mas desconfíe el disidente cubano de ese faro al que llama libertad. El capitalismo es el sismo que en un despiste nos quiebra, la eterna guardia y desde el otro lado del charco, ya sabemos que el señuelo, es tan sólo otro pañuelo, con el que secar las lágrimas.

viernes, 15 de octubre de 2021

La voluntad es práctica

La voluntad es práctica y se practica. 
Los desánimos son muy puntuales, cada vez más breves, cuando sabes que no te los puedes permitir. 

* Inicio de rehabilitación de hernia discal crónica en Lumbar 5 Sacro 1. 



jueves, 14 de octubre de 2021

Libertad de expresión y pensamiento

Tal como nos advertía Sampedro, "no existe una libertad de expresión real sin libertad de pensamiento." Tan sólo convictos que presos de alguna u otra doctrina, todavía no palpan los barrotes de su mente. Sin siquiera saberlo, serán piedras repicando sobre su propio tejado, en la quietud de la noche. Mensajeros, que víctimas del espejismo de una libertad inducida, obrarán inconscientemente educados, es decir adiestrados para perpetuar el régimen que, como alquitrán en los pulmones, bocanada a bocanada, lentamente nos destruya. 

El diseño del sistema es tan astuto, que vivimos la agonía de perseguir sin cesar, un señuelo en apariencia tan cercano como inalcanzable. Nos vendieron la felicidad como un producto, así acabamos comprando, incluso lo que nosotros mismos habíamos fabricado. La inflación fomentó la deuda e hipotecados por el miedo a la necesidad y por su necesidad del miedo, nos mercantilizaron. 

La elección parece simple con la consciencia adecuada, pero cuántos vencidos por la invisibilidad del viento, confunden la corriente que impasible les arrastra con la fuerza de su propia determinación. 
Usar el poder del pensamiento o dejarse usar por el poder a través del pensamiento. 
El ser como fin o un instrumento. Un compositor fluyendo entre sus notas o un vulgar trobador divulgando propaganda de la corte.

Mas cuánta perversidad reside en la ignorancia y no la exime. 

A mi entender, cada persona debería ser parcela de autocultivo, de los frutos del conocimiento que alimenten la duda, la reflexión y el análisis, como mecanismos de defensa ante esta subliminal toma de posesión del pensamiento. Debería zafarse, desde la razón, del ventrículo que hábil se adueña de la afónica voz del grito de la ignorancia, de sus refinadas manos, que entre las entrañas del títere amasan su conciencia hasta anularla y que en un esfuerzo ingrato por sobrevivir, convierten el hambre del pueblo en la gula de un selecto banquete. 

Creo que con la misma dignidad con que debiéramos alimentar al cuerpo, también debiéramos nutrir la mente hasta blindarla lo suficiente, como para poder interpelarnos sobre todo imperativo inculcado. Por ello, deseo que el rugido de la curiosidad iguale en inquietud al de la desesperación de cada tripa vacía. 

Reivindico el valor del pensamiento crítico, frente al condicionamiento hipnopédico, para revocar conjuntamente el orden oligárquico establecido. 
De nuevo, Sampedro nos recordaba que: "Hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres". Como ya sabemos, moramos bajo el dominio de los primeros, por tanto urge despertar a tiempo la conciencia colectiva de su coma inducido, como única esperanza evolutiva para nuestra deshumanizada especie. 

Hasta entonces, sin libertad de pensamiento, nuestra querida democracia seguirá siendo una falacia en que cada voto que se exprese "libremente" bajo la inconsciente tutela del régimen, supondrá un arma de destrucción masiva y a su vez, el estigma de cada penitente fiel.

lunes, 11 de octubre de 2021

12 de Octubre

12 de Octubre, día de la Hispanidad o del colonialismo hispano, orígen del exterminio indígena. Atraco de las tres carabelas, calaveras de la muerte en Latinoamérica.

¿Descubrimiento o saqueo? 

Lo único que allí descubrieron al mundo los colonos españoles fue su falta de escrúpulos.
Vergüenza de barbarie por codicia. ¡Basta ya de eufemismos para justificar otra masacre histórica! 

Jornada de reflexión, nada que celebrar, mucho que lamentar. 

Como ya sabemos, pese a su derrota moral,  "La historia la escriben los vencedores" Orwell, yo añadiría: "con la sangre de los vencidos" y la escritora Carla Montero completaría el aforismo: "pero el tiempo les da voz."

"El Descubrimiento" - Eduardo Galeano. 
(Hijos de los días)

En 1492, los nativos descubrieron que eran indios,
descubrieron que vivían en América,
descubrieron que estaban desnudos,
descubrieron que existía el pecado,
descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo,
y que ese dios había inventado la culpa y el vestido
y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja.

«…cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia…»

domingo, 10 de octubre de 2021

Sensibilidad y susceptibilidad

Existe demasiada confusión entre sensibilidad y susceptibilidad. En la autopista del ser transitarían en carriles con sentidos opuestos, pues la sensibilidad se orienta de adentro hacia afuera y la susceptibilidad de afuera hacia adentro, como venas y arterias de un mismo pulso. 

Además, ambas serían inversamente proporcionales, es decir a mayor sensibilidad, menor susceptibilidad y viceversa. Así una persona sensible evitaría mostrar con suspicacia su susceptibilidad sin caer en el victimismo por el bien común, mientras que otra susceptible, como las púas de un erizo, se centraría en protegerse de tal supuesta ofensa a toda costa.

En conclusión, la sensibilidad sería intrapunitiva por compasión y la susceptibilidad, extrapunitiva por egoísmo. 

Hay quien le da una patada al mundo y quien quisiera poder cargárselo a hombros. Diverso es el paisaje del sentimiento humano, desde la más ensimismada indiferencia a la solidaridad donde tanto hieren las neuronas espejo, que haya incluso quien prefiera el azote del látigo en sus carnes a sentir como esa herida supura en el prójimo. 

En fin, dado que ya estamos servidos, ojalá que para simplificar, la susceptibilidad fuera algo más sensible. Pues como dijera Eduardo Mazo, "No es justo. No es justo que medio mundo se muera de hambre y yo no."

sábado, 9 de octubre de 2021

Nepal


Ruta: Sunauli - Pokhara - Annapurna Base Camp - Pokhara - Kathmandu - Everest Base Camp - Chitwan - Kathmandu - Kodari.

EL TERRADO DE SURAJ

Pokhara

Vista matutina del rango del Annapurna desde la azotea de la casa de Suraj. Os presento de izquierda a derecha, al Annapurna I (8091m, en segundo plano), al Hiunchuli (6441m) y al Machhapuchhre (6997m). Rara vez durante la estacion pre-monzónica el cielo descubre su velo de nubes para mostrar su más oculto y preciado tesoro. Asi que gracias por esta nueva ofrenda de la naturaleza. Se que también a mí me estabas esperando. Pronto me tendrás a tus pies.

NARBAHADUR

Kathmandú

Con todo ya preparado para el treeking de mañana hacia el Campo Base del Everest, he salido a callejear por el barrio de Thamel (Kathmandu) y preguntando por un bar donde sirvieran momos de búfalo a buen precio, carne por la que siento especial debilidad, he conocido a Narbahadur, un experto músico de sarangi (violín nepali) quien muy amablemente me ha guiado, ha compartido mesa conmigo y me ha hecho una demostración en exclusiva de su virtuosísmo en el manejo del instrumento. Toda una gozada y más aún por lo inesperado. Cuando salí de mi habitación, sin rumbo, como una hoja iba cayendo a merced del viento, dejando que éste me susurrara su canción al oído. Paul Theroux dijo que "el turista no sabe donde ha estado; el viajero no sabe adonde va". En mi opinión, una de las mayores virtudes de viajar radica precisamente en la imprevisibilidad con la que mientras se fluye van desencadenándose sucesivamente los acontecimientos. No seré yo quien imponga un dique a este trasvase de energía. Tanto disfrutó él tocando como yo escuchándole y por supuesto, ahora con vosotros, compartiéndolo.

EL LAMA DE GHAT 

Monasterio budista de Ghat (Solukhumbu).

Estaba yo haciendo un alto en el camino a Namche, para retratar las hermosas fachadas del recinto, cuando de pronto reparé en que un monje contemplaba apaciblemente el paisaje desde una ventana. Tras saludarle me hizo una seña guiándome hacia sus dependencias. La estancia estaba repleta de simbolismos que conferían misticismo al ambiente. Uno podía fácilmente contagiarse de la paz que allí se respiraba. Bastaba con observarle concentrado en el ritual de sus plegarias, inmerso en los hipnóticos mantras, para de algún modo convertirse, a través de él, en un intruso partícipe de sus sensaciones. De nuevo tanta belleza ante este humilde espectador, gozándola silente desde la cercana lejanía del respeto, con la debida cautela de tratar de no romper el hechizo, como quien teme que al caminar cruja la rama que rompa la armonía de la escena. Al término de la ceremonia, que ha concluido al recitar con cánticos la lectura de unos sagrados manuscritos, espontáneamente hemos mantenido una relajada charla, me ha bendecido y me ha obsequiado con un collar, que a modo de amuleto, según dice, me protegerá durante la adversidad del camino. De acorde al amplio abanico de emociones sentidas: desde la inspiradora calma y la admiración a la gratitud, sólo podria calificar esta experiencia como SENSACIONAL. 

ACARICIANDO EL FIRMAMENTO

27/06/2014- Vista del Mt. Everest (8848m) desde Kalapathar (5550m).

Heme aquí frente al techo del mundo, ¿Acaso también el de mis aspiraciones? Probablemente no, mientras todavía quede algún desafío con el que vibrar a través de la melódica voz interior, que aún aceptándome, no se conforma y desea que pueda seguir creciendo tan alto como estas majestuosas montañas. Ésta es la analogía de la superación que no deja de inspirarme: "He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio. Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí" Nietzsche. ¿Dónde está el límite? Como dijo el ultrafondista Joseph Ashjram: "No sé dónde está el límite, pero sí donde no está". De modo que para averiguarlo habrá que continuar explorando, tal como los externos, los vastos paisajes del ser, tan extensos, tan ilimitados como el universo. 

He aquí la culminación de 8 días de grato sacrificio. Mitigado por la belleza del entorno, he ascendido, en solitario, desde la profunda jungla, a las terrazas de arroz, los maizales y los campos de batata y trigo que, al margen del transporte, abastecen a la población autóctona, los bosques de bambú y pino de las medianas montañas y finalmente, los últimos pastos y matojos que alimentando a las manadas de yaks, van descubriendo la roca desnuda que conduce a los glaciares, que sirven de base a las más elevadas cumbres. En el transcurso, he percibido, por tanto, como al par que el paisaje iba despojándose de su manto vegetal, yo opuestamente iba añadiendo capas de ropa con las que protegerme del descenso térmico y dejándome arropar por la cálida hospitalidad sherpa. El esplendor cromático de una simple espiga de trigo (amarillo, rojo, verde, azul) me dejaba sin aliento, tanto como el esfuerzo o la falta de oxígeno. Tenía el corazón henchido de satisfacción por la plenitud de lo vivido y me sentía, pese a todas mis carencias, tan orgulloso de haberme convertido en mi anhelo, que doblegado por el yugo de mi felicidad, tenía la necesidad de vaciarme al compartirlo. Así que no hubiera podido ser más oportuna mi incorporación, en mi último día de treeking, a un nutrido grupo de almas afines con las que celebrar este triunfo compartido. Ya lo dijo Saint Exhupery "Haz que construyan una torre y se harán hermanos", pues nada une más que un proyecto en común. ¿Qué seríamos sin entregarnos?, lo que no es dado es perdido, pues como dijo Confucio "La virtud no habita en la soledad, necesariamente debe tener vecinos". No obstante, "la cima es sólo la mitad del camino" Ed Visteurs, así que gracias a vosotros, amigos, ahora podré descender ligero.

ME DÍ A LUZ

Kathmandú

Hace ya un año que partí del mar de esquelas que avanzaban la muerte en que vivía, desplegando las velas a la brisa del instante.

Un año en que entregándome al camino, en él hallé el bálsamo que curara mis heridas de antaño y aprendí que no hay daño que pueda mitigar la fuerza con que sueño y dueño me siento de mi destino. 

Un año en que me adentré en el túnel de la incertidumbre, con lumbre en la esperanza de la luz que iba a inundarme al otro lado. 

Y así fue como a ciegas me encontré y yo fui el resplandor que dió sentido a cada paso. Soldado raso fui cargando con el lastre de mis miedos. Ahora vuelo como un comandante surcando los cielos de mi alma insondable. 

Un año hace, desde que en el lodo a todo renuncié, para ganarlo todo y pisar la tierra firme de los sueños que se hicieron verdad. 

Un año ya, desde que yo mismo me di a luz.  
Más allá de la ambición queda el sentimiento. Hoy celebro el nacimiento de quién siempre quise ser. 



Kazajistán


Ruta: Aqtau - Almaty - Korday.

A pesar de haber sido éste, como para los comerciantes de la ruta de la seda, un país de tránsito, trataré de exponer a grandes trazos las impresiones de nuestra breve, aunque extensa incursión en el territorio kazajo. 
Tras dos días aproximadamente cruzando el Caspio, nuestro ferry atracó en Aktau. Como dato anecdótico, esa había sido la primera frontera atravesada por vía marítima en lo que va de viaje. Al desembarcar, las señales en ruso o kazajo escritas en alfabeto cirílico, junto con la mezcla de rasgos túrquicos y mongoles de sus habitantes, derivada del mestizaje de sendos pueblos nómadas durante las cruzadas esteparias, empezaron a recordarme lo lejos que también mi ruta, como la suya de la seda, me había llevado ya respecto a mi tierra natal. Para formalizar nuestra situación legal, finalizado el control de pasaportes en la oficina portuaria de Aktau, aún debíamos solicitar un sello para la hoja de registro. Para ello, entre las plataformas petrolíferas y tuberías arqueadas por encima de la carretera de las afueras nos dirigimos al Departamento de Inmigración de la Policía ubicada en el centro urbano, donde conocimos a dos parejas de viajeros alemanes de avanzada edad, que habían explorado ya 15 paises, partiendo de Munich en 4x4 completamente adaptados al uso doméstico (con camas, wc, etc) y que como nosotros, aguardaban pacientemente la resolución del último escollo burocrático. Espera que afortunadamente amenizó nuestro intercambio de impresiones e información relativa a los lugares visitados. Tan a gusto estábamos, que ya con el sello estampado, acordamos reunirnos más tarde en una playa donde nos indicaron que iban a estacionar para pernoctar. Para llegar, en un agradable paseo en bicicleta, atravesamos Aktau enfrascados en la suave brisa marina con olor a salitre. La ciudad, cuya inmensa área metropolitana se ubica en un enclave estepario, formado por grandes llanuras áridas que se extienden desde la misma orilla del Caspio, en su amplitud espacial, al no precisar de crecimiento vertical, se alzaba principalmente en edificios de una sola planta, siendo en general, una arquitectura urbanística bastante mediocre y funcional, a excepción de los elevados bloques de algunos hoteles de lujo y las originales esculturas que desamparadas, en ausencia de zonas verdes, trataban de embellecer las principales plazas. Al llegar, tras saludar de nuevo a nuestros nuevos colegas, nos dispusimos a bañarnos, aprovechando los últimos rayos de sol, que iban a secar nuestros cuerpos empapados por el Caspio. Sus precarias playas eran pedregosas y forradas de resbaladizas algas, que conferían una oscura tonalidad a un agua, que no cubría lo suficiente como para sumergirnos. Asi que, con suma precaución, manteniendo el equilibrio, tuvimos que contentarnos con un simple remojón. Poco después, una sublime puesta de sol despuntaría entre las nubes, pintando el cielo de rojizos reflejos, que se proyectaban sobre las cambiantes olas. En este caso, la naturaleza volvía a ensalzar la lúgubre escena creada por el hombre, logrando estremecernos. Al anochecer, en busca de un lugar de acampada, recorrimos un paseo marítimo atestado de sonrientes borrachos que antes indiferentes, ahora acudían atropellandamente abordándonos con descaro. Hubo incluso un amago de atraco, que supimos burlar con astucia. Pensé, que tal vez el carácter diurno percibido en esta región, seco como su tierra, precisaba mayormente ser regado con el vodka de una falsa felicidad inducida o que remitiéndome al tópico, esa fuera su fatal herencia de los afamados bebedores rusos durante la ocupación soviética. Esa noche bivaqueamos en un descampado y al día siguiente recorrimos los 20km que distaban hasta la estacion de tren, habiendo decidido que el simple reto deportivo no era motivo suficiente para compensar la pesadumbre de los 3000km de estepa que nos aguardaban, en el inevitable rodeo político q implicaba esquivar Uzbekistán (ruta más directa) por el norte del Mar de Aral. Una vez allí, comprobamos estupefactos, como nuestro tren ya había partido, por lo que no quedó más remedio que comprar billetes con anticipación y esperar un día más. Con objeto de ahorrar, optamos por la clase más económica y por buscar un lugar oculto donde pasar la que iba a ser nuestra última noche en Aktau. La gran planicie potenciaba la exposición de nuestra tienda, por lo que tras mucho merodear por la zona, acordamos que la cavidad de un horno crematorio de basura, cercano a las vías del tren, haría las veces de choza. Al amanecer, nos apresuramos a regresar a la estación, no fuera que cualquier malentendido en la comunicación diera nuevamente al traste con nuestras expectativas. Un acierto, pues aún no nos habían informado de la obligatoriedad de obtener la documentación necesaria para facturar nuestras bicis junto al equipaje. Tarea que, entorpecida por la picaresca de algunos estafadores, también incluidos entre el propio personal, retrasó la localización del servicio oficial de facturación, haciéndo que llegáramos al tren prácticamente sobre el bocinazo de salida. No obstante, pese al los nervios, habia valido la pena, ya que más allá de un volátil acuerdo de palabras, al menos contábamos con la seguridad de un documento acreditador con el que en caso necesario poder reclamar nuestras pertenencias. El interior del tren, estaba compuesto de dos filas de literas plegables a cada lado, que formaban entre sí un angosto pasillo. Entre vagones había una sucia y maloliente letrina a la que con un letrero injustamente denominaban lavabo (TOILET). A nosotros nos asignaron dos literas superiores, por lo que en todo momento debíamos procurar no molestar a quienes se hallaban debajo, al acceder con objetos que se nos pudieran caer. Nos acomodamos y como en una buena sesión de cine, desde el cristal de la ventanilla como pantalla, empecé a observar el espectáculo. Tal era la inmensidad, que pese a la velocidad media del tren de unos 75km/h, la monotona secuencia, al igual que en bicicleta, evolucionaba con suma lentitud, en fases en que casi imperceptiblemente el ocre de la tierra se moteaba en mayor o menor concentración de los sufridos arbustos, únicos supervivientes de la dureza climática. Entonces, pensé que la propia tierra como cualquier mar u océano, había cercado a los kazajos como isleños, obligándolos a recorrer grandes distancias para escapar hacia otros asentamientos. Hecho que justificaría la baja densidad de población (6 habitantes por km2) del que por otra parte es el noveno país más extenso del mundo, aunque de superficie mayormente inhabitable. Un reino de naturaleza muerta, en que muy esporádicamente, las últimas charcas procedentes del deshielo como improvisados abrevaderos de los camellos o manadas de caballos salvajes, con los que elaboran sus delicias culinarias, aparecían para vivificar la escena. Cada vez que el tren estacionaba, comerciantes de todo tipo acudían a ofrecer sus productos a los pasajeros. Algunos habían montado sus puestos ambulantes justo a las puertas de salida y otros incluso, aprovechaban el tiempo de parada para entrar a ofrecer su mercancía a quienes habían preferido permanecer descansando en el vagón. La variedad de productos era sorprendente, tales como refrescos, pan, pescado seco, helados, leche recién ordeñada a granel, dombras (instrumento nacional similar a un laúd de 2 cuerdas), componentes de telefonía o ropa, que ayudaban a aprovisionar a los pasajeros, haciendo más llevadero el trayecto y al mismo tiempo, también la remota subsistencia de los vendedores. Respecto a la interacción social, dentro del vagón, permanecia atascada. A veces, los observaba contemplativo, olvidando mi condición de extranjero, hasta que sus desconcertadas y curiosas miradas me remitían de nuevo a los parámetros de mi piel. Es la mirada del otro quien nos hace diferentes. Estaba claro, que nuestros compañeros kazajos, de las regiones más orientales y caspianas, más bien reservados y poco familiarizados con el turismo, difícilmente iban a tomar la iniciativa. Cabe decir que también nosotros lo evitamos, en previsión de un silencio incómodo, producido por las limitaciones en la comunicación. No obstante, responsabilizándome recordé la advertencia de Emerson: "Nadie debe viajar hasta que no haya aprendido el idioma del país que visita. De lo contrario se convierte voluntariamente en un bebé, tan indefenso y ridículo." Aunque en una vuelta al mundo resulte prácticamente una utopía pretender conocer todas las lenguas, una buena estrategia sería al menos aprender el vocabulario más básico, que cubriera las necesidades comunicativas. Entre mis divagaciones, el milagro sucedió sin más, cuando el más osado de ellos, rompió el hielo, al solicitarnos una foto de grupo y el resto, al observar nuestra afable respuesta empezó a congregarse alrededor. Una cosa llevó a otra y fuimos ganando confianza hasta que nos invitaron a cenar junto a ellos. Fue una agradable velada y aunque pronto las palabras se agotaron, las sonrisas y los gestos de cortesía taparon los huecos que dejaron aquellas que no pudimos pronunciar. En nuestro último dia de trayecto, el verde volvió a colorear nuestras vidas. A unos 500km para Almaty, la vegetación se hizo más tupida, recordándome a Mongolia, con pequeños desniveles redondeados, que ondeaban el paisaje, sobre los que como espolvoreadas, un disperso manto de flores amarillas representaban allí la primavera en su máximo esplendor. Desde ese punto, sentí ganas de estar al otro lado del cristal. Lamenté el estar encarrilado, la velocidad con que dejábamos atrás los bellos recodos. Comencé a añorar la sensación de libertad del pedaleo y las paradas a voluntad para apreciar el entorno. Ese fue el marco que tras 78h de viaje encuadró nuestra llegada a Almaty, la segunda principal ciudad del estado, antigua capital durante el imperio soviético y cita obligada de los nómadas durante la ruta de la seda. Tanteando, a ciegas, sin dominio del lenguaje, fuimos vagabundeando por sus calles al acecho de una habitación barata. Al parecer la palabra clave, segun nos asesoraron era "kuartera". El término iba referido a un curioso sistema de hospedaje en que una casera se situaba en plena calle agitando un manojo de llaves, debiendo uno acercarse a ella para regatear y acordar el precio de una habitación. Después de varios intentos frustrados de timo al turista despistado, conseguimos un precio razonable. Nos instalamos y hambrientos, fuimos a cenar a una hamburguesería cercana. El aire era gélido y sorprendentemente, para la época, comenzo a nevar. ¡Un placer observar la caída de los copos a cubierto! Esperamos que amainara y regresamos a la habitación. A la mañana siguiente, visitamos Almaty. La ciudad tenía diversos atractivos turisticos, concentrados en una manzana, fuera de los cuales, la sosura urbanística era notablemente embellecida por las imponentes cumbres nevadas que parecían custodiar la metrópolis desde la distancia. Dicha "manzana", casualmente origen etimológico de Almaty, según pudimos comprobar por GPS, era un cuadrado cuyo perímetro comprendía: el Museo de los Instrumentos, la Gran Mezquita Central y la Catedral Ortodoxa de Zenkov, en el parque de Panfilov frente al fuego fatuo y las estatuas bélicas conmemorativas de los 28 guardianes de la tropa de Panfilov. Para mí lo más impactante fue el colorido rayado de la fachada de la catedral de Zenkov, que salvando las diferencias, se daba un aire arquitectónico similar al Kremlin. Allí coincidimos con un grupo de turistas chinos que estaban recorriendo la ruta de la seda en una motocicleta, escoltada por un 4x4. Nos retratamos junto a ellos y preguntando por la salida hacia Biskek, reemprendimos la marcha. Como pudimos comprobar los lugareños de esta region occidental Kazaja, eran más amables y receptivos en general. Es lógico, que en un pais tan enorme, existan variaciones notables. Es curioso observar como, en general, la influencia religiosa, cultural, climática y geográfica de los pueblos condiciona su carácter. Por ahora, podría concluir de forma orientativa que culturalmente, las civilizaciones se desarrollan sobre su substrato histórico y que las sociedades orientales parecen más orientadas hacia el bienestar de la comunidad, en contrapartida al individualismo occidental, que la climatología suele ser un reflejo de la simpatía de sus gentes, siendo por tanto cada acogida tan cálida como su region y que geográficamente, en las zonas rurales, aunque menos pobladas, sin embargo, paradójicamente existe más humanidad o que cuanto más fronterizo es un pueblo, más absorbe la esencia de su vecino estado. En este caso, incluso fisonómicamente el mestizaje y la mezcla de los rasgos singulares de ambos, podría ser indicativo suficiente para determinar su propia ubicación. Pej: la tez morena y los ojos medianamente rasgados de los kazajos, concuerda con el encuentro de los nómadas túrquicos y mongoles, que podría situarlos en la estepa. 
El camino de aproximadamente 250Km entre Almaty y Bishkek fue una sucesión de suaves ondulaciones en las que pudo apreciarse un privilegiado paisaje compuesto por tres capas diferenciadas: en primer plano los verdes pastos en que retozaban manadas de caballos salvajes con dispersas arboledas en que anidaba la plaga de cuervos cuyo persistente graznido compuso en todo momento nuestra sombra acústica. A continuación, una especie de dunas forradas de un intenso manto de color caqui sobre el que presidiendo, de fondo, se erguían las elevadas moles blancas de las montañas de Tian Shan. La intensidad cromática de la tierra iluminada por la explosión celeste de los cambiantes reflejos de las progresivas fases solares, como surgida de los más fantasiosos cuadros, siendo tan real como era, cortaba la respiración. Cabe decir también, que en este trayecto al margen de la naturaleza, pudimos gozar de una serie de afortunados encuentros con amables personas que hicieron gala de la afamada hospitalidad de la zona. En primera instancia, un pastor ortodoxo y uno de sus feligreses, nos guiaron mostrándonos su catedral y obsequiándonos con una comida compartida junto a unas monjas de su congregacion, al término de la cual debíamos permanecer hasta el fin de una oración cantada en ruso, supongo que con objeto de agradecer los alimentos recibidos. Posteriormente en una gasolinera en que paramos para comer, un buen hombre que había escuchado nuestra historia mientras respondíamos a los curiosos, nos sorprendió regalándonos un tetrabrik de zumo multifrutas a cada uno, néctar de dioses que nos supo a gloria, en los momentos de mayor fatiga. Finalmente, a unos 70 km para Korday, pueblo fronterizo antes de cruzar a Kirguizistán, un camión estacionó en el arcén por el que transitabamos. Puesto que era jueves y temíamos que el fin de semana retrasará los trámites de obtención del vísado indio en Bishkek, acordamos proponerle al conductor que por favor, nos acercara a Korday si es q el también se dirigía alli. Inmediatamente accedió, aunque nos indicó que antes debía reparar una avería. Por supuesto, le ayudamos sujetando las piezas y pasándole las herramientas hasta que pronto pudimos resolverlo, cargar nuestras bicis y reemprender la marcha. Tras lamentar, como en el tren Aktau- Almaty, la velocidad con la que fugazmente dejábamos atras algunas bellas panorámicas que merecían un mayor detenimiento, justo al anochecer nos plantamos en Korday. Nos despedimos cordialmente del camionero y a escasos 2km, en la misma salida del pueblo, topamos súbitamente con la primera aduana. Abandonaba Kazajistán con buen sabor de boca, sobre todo gracias al último trago (Almaty- Korday). No obstante, embriagado de ilusión, con el pasaporte como llave, llegaba la hora de abrir el cofre del tesoro natural kirguís. Del otro lado, cada vez más cerca, el lago Issyk Kul o parte de la cordillera del Pamir, entre sus joyas más preciadas, ya me hacían suspirar. 

Kirguistán


Ruta: Korday - Bishkek - Karakol (lago Issyk Kul) - Bishkek - Osh - Kyzyl Art Pass (frontera tayika).

Recuerdo, afortunadamente, nuestro paso por la aduana kirguisa como un sencillo trámite, sin exhaustivos registros o el excesivo papeleo que puede convertir la burocracia en una absurda odisea. Mostrar un par de veces el pasaporte, dedicarle una sonrisa a la cámara de un funcionario y estrecharle la mano al último guarda tras una breve conversación, éso fue suficiente. Voy a reproducir el diálogo: Guarda - "De donde sois?" Nosotros - "Barcelona" - "Oh, Barcelona fútbol" Hasta aquí la parte más previsible y reiterativa en todos los paises visitados, hasta que de pronto, para nuestra sorpresa, clama en un catalán depurado el lema blaugrana: "Més que un club" y con orgullo nos muestra una imágen de la bandera culé en su teléfono movíl. No pude reprimir mi risa y aunque el tema fútbol no me interese demasiado en realidad (Jordi es mucho más fanático que yo) aprovechamos la circunstancia de que Messi, nuestro principal embajador, volviera a abrirnos las puertas. Ya en territorio kirgu8s, nos apresuramos a cambiar los tengues kazajos restantes por soms, pues estaba anocheciendo y a punto de cerrar las oficinas, hambrientos y cansados, precisabamos una recarga energética con que aliviar el malestar físico acumulado. Una vez armados de capital, recorrimos los 20km restantes Korday- Bishkek, colmados de colmados, valga la redundancia, cuyos letreros iluminados, resplandeciendo en la oscuridad, como el más persuasivo reclamo, no dejaron de sugerir nuestra demanda alimenticia hasta que, pese a haber planeado quemar nuestros últimos cartuchos llegando directamente a Bishkek para establecernos lo antes posible, finalmente sucumbimos haciendo una parada intermedia. Ya satisfecho el cuerpo, nuestra marcha, paso a ser un placentero paseo dominical y disfrutando del trayecto, en la inconsciente brevedad de la dicha, en un santiamén, nos habíamos plantado frente a la señal de bienvenida a Bishkek. Aquella noche, tras mucho deambular por sus calles al acecho de alguna pensión, la pasaríamos en lo que a juzgar por la sinfonía coral de los distintos y frecuentes gemidos que, indiscretos, susurraban la amorosa intimidad de las solapadas alcobas, parecía un motel de citas. No obstante, el agotamiento supo acallar las interferencias, devolviéndole la serenidad al espíritu y acabamos durmiendo como lirones. Al amanecer bajo un sol espléndido, como el que luce simbólicamente en su bandera representado por una yurta (tienda de orígen mongol con la que los nómadas de Asia central cubrían sus largos desplazamientos) con 40 rayos, los 40 clanes kirguises congregados por Manas, el héroe nacional, para librarse del asedio uygur, ya nos hallábamos en plenas facultades para dedicar la atención que todo descubrimiento merece. Ante nosotros, la enorme rejilla rectangular del centro de la capital kirguisa, nos invitaba a escudriñar en ella. Las primeras impresiones referentes al urbanismo, indicaban que una vez cubierta su funcionalidad, las viviendas y edificios institucionales, inscritas entre las abundantes zonas verdes, no presentaban mayores aspiraciones estéticas. Generalmente de planta baja, debido al riesgo sísmico, las casas con regatas al descubierto, cables colgantes o cimentadas fachadas sin pintar, como cicatrices, a menudo mostraban las heridas padecidas durante un proceso de construcción, que parecía concluir repentinamente una vez procurados los suministros básicos. Quizá, pensé, dentro de la simplicidad consideraran el maquillaje urbanístico como un derroche innecesario o incluso, por extensión está fuera una cultura que lejos de la ostentación se centraba en satisfacer una austera, aunque bien provista subsistencia. Me agrada la idea de no empezar la casa por el tejado, de priorizar la necesidad al lujo y en definitiva, de ser antes que parecer. Al hilo de mís pensamientos, observe también, en consecuencia, que pese a los modestos modos de vida, la ausencia de mendicidad, seguía evidenciando cierta seguridad en la supervivencia. Como decía Nietzsche  "es mejor suprimir a los mendigos, pues molesta tanto darles, como no". A menudo, en el primer mundo, aún sin poder combatirla, olvidamos empatizar, con esta lacra del sistema capitalista, producto de la especulación de recursos, sin ser conscientes de que entre los caprichosos virajes del destino, en el mar de la existencia, nuestro pequeño bote, como el suyo, también pudiera naufragar y en ese caso, como no anhelar un rescate a la deriva. En fin, volviendo a Bishkek, seguimos recorriendo las anchas avenidas que conducían a sus escasos y sobríos atractivos turísticos, tales como la Casa Blanca o los bazares de Osh y Dordoy, que no consiguieron atraer mi mirada, la cual espontáneamente se perdía más allá de los monumentos y edificios gubernamentales, entre las nevadas cumbres de la sección montañosa de Ala Too, perteneciente a la cordillera de Tian Shan y ubicada a unos 40km de la ciudad. Los dos días siguientes fueron de una sedentaria rutina en que el tiempo junto al dinero volaba entre hostales y comida rápida, en aras de un merecido descanso. No obstante, pronto haciendo cuentas, comprobé estupefacto la urgencia de retomar cuánto antes la más estricta austeridad. Literalmente, tocaba volver a apretarse el cinturón a fin de ahorrar lo suficiente para continuar. Entonces dentro de un régimen ascético propuse reunir los víveres necesarios para la acampada en algún apartado lugar pues aún debíamos permanecer en Bishkek hasta la obtención del vísado indio. Según nos habian informado en la embajada, debíamos esperar aún un fin de semana hasta que el próximo lunes pudieran  atender nuestra solicitud. Decidimos aprovechar la espera para visitar el lago Issyk Kul, segundo lago de montaña más grande del mundo, tras el Titicaca y fuente de inspiración de numerosos artistas locales. Por la documentación recibida, los dos principales puntos de acceso eran las ciudades de Balykchy y Karakol, ubicadas al este de Bishkek, siendo Karakol, pese a su mayor lejanía, por su belleza, el destino más recomendado. Al tratarse de una visita dispersa en relación a nuestra futura ruta hacia el Sur (Osh- Sary Tash- Pamir Kirguis) acordamos cargar nuestras bicis en marshrutka para los 340km de aproximación. Tras sortear la picaresca de los conductores en el habitual regateo, como en un juego de póker, en que uno no debe jamás mostrar sus cartas y cualquier mirada pudiera delatarlo, finalmente obtuvimos un precio más que razonable de acorde a nuestra foránea condición. El largo viaje se demoró unas 6h, en las que de paso comprobamos como Balykchy, el primer punto de acceso a Issyk Kul, se ubicaba en un enclave árido, poco atractivo y por tanto había sido un acierto descartarlo. Por el contrario, Karakol a nuestra llegada, quedaba enmarcado entre la bonita estampa que configuraban las verdes tonalidades de las abundantes zonas ajardinadas, a los pies de las pálidas cimas de Tian Shan que de acorde a su significado (montañas celestiales) colábanse junto a las nubes entre el azul celeste. Tal como había podido leer durante el trayecto, a escasos 20km en ligero descenso, iban a reflejarse con nitidez sobre las aguas turquesas del lago. En la guia, además se destacaban dos rasgos característicos en esta región, concretamente el ASHLAM FU, un plato típico de marcada influencia china a base de tallarines, carne de caballo y una salsa avinagrada y una más que reprobable tradición, según la que algunas mujeres kirguisas eran secuestradas a la fuerza y obligadas a contraer matrimonio. Dado que empezaba a anochecer, preferimos catar el manjar y dejar para el día siguiente nuestra visita al lago. El plato, depositado en boles, desde una pequeña mesa con cazuelas que contenían los ingredientes necesarios para su elaboración, era servido en una especie de comedor social, en el que los vecinos se habían congregado para saborearlo. Por primera vez desde tiempos inmemoriales, el precio irrisorio de tan sólo 30 soms por esta exquisitez hizo que, sin preocupación alguna, pudiéramos repetir hasta la saciedad. Esa noche la pasamos en una sencilla Guest House de Karakol y al alba tomamos una carretera que en la lejanía parecía estamparse entre los muros de Tian Shan a los pies de los que supusimos debía hallarse la orilla más próxima del lago. En el camino, poco antes de llegar nos cruzamos con un entrañable pastor que, a petición mía, nos dejó retratarnos junto a su rebaño, incluyendo a un tierno corderito al que sostuvimos en brazos. Ambos, el animal y yo, nos estremecimos, aunque por emociones distintas. A mi me invadía su dulzura, a él probablemente el desconcierto. Escasos metros en adelante, en efecto pudimos contemplar las primeras zonas encharcadas conectadas al lago y sombreadas por los colosos de nieve y roca. A medida que íbamos explorado su ribera, la superficie acuosa aumentaba en amplitud y empezamos a buscar el lugar más apropiado para nuestro primer baño. Entonces, en el horizonte asomaba la fotogénica silueta de un jinete al que nos dirigimos atraidos por su misterioso influjo. El caballero en cuestión se trataba de un niño de rasgos puramente kirguises, reposando meditativo, como las serenas aguas, sobre su corcel. De más cerca la silueta paso a convertirse en un asombroso plano, en que como ángel guardian, el muchacho quedaba perfectamente integrado entre el cielo y la tierra. En adelante podía intuirse una pequeña playa, parcialmente oculta entre matorrales, en que gozamos del placer de sumergirnos entre la fluida transparencia de las aguas, cuya superficie como nuestra aterida piel, dejábase acariciar por la agradable calidez solar. Deberían recetarlo, tal era la calma que este lugar producía que sino hubiéramos tenido que atender en breve nuestros exigentes compromisos burocráticos, de buen grado hubiera permanecido largo y tendido, fundido sobre la fina arena. Desgraciadamente, toda dicha es efímera y por responsabilidad, ya habia llegado la hora de regresar a Bishkek. De nuevo en la capital, esperando frente a la embajada india a que Jordi realizara unas consultas, conocí a un par de ciclistas kirguises quienes atraídos por nuestras bicis aparcadas se acercaron a curiosear. Como dijo un buen amigo mío, los desconocidos son sólo conocidos por presentar. Asi, que aún no puedo dejar de agradecer el cúmulo de circunstancias previas que propiciaron este encuentro, con quienes iban a ser nuestros hermanos, en lugar de dos cuerpos más, entre el gentío, cruzándose con indiferencia. Desde el primer momento, fuimos adoptados por Uli y Ermek, asi se llamaban, en el seno de sus respectivas familias. Ambos se complementaban constituyendo la pareja perfecta. Ermek era la diplomática sonrisa, la palabra adecuada, la sutileza cultural del más teórico intelecto y Uli por el contrario, mucho más taciturno poseía una inteligencia más manual y la capacidad de conmover con actos. Fue precisamente él quien sorprendentemente antes de despedirnos, me entregara como presentes, un osh komuz, pequeño instrumento de vibración kirguís, contenido en  una cajita con una inscripción dedicada y un Kalpak, el extravagante sombrero nacional. Más tarde conociendo a Aynara, su hiperactiva madre, comprenderíamos el motivo de su mutismo. Pues ella, con creces, era capaz de hablar por los dos, acompañando su incesante monólogo de una divertida expresividad gestual, que por suerte, amenizaba la escucha. No obstante, de forma abrumadora ambas familias se convirtieron en nuestro genio maravilloso. A buen entendedor pocas palabras bastan y con sólo comprender cualquier demanda, automáticamente se esmeraban en satisfacerla de inmediato. De modo que en cuanto percibimos que nuestros deseos eran prácticamente órdenes, empezamos a evitar expresarlos abiertamente a fin de no comprometerlos en exceso. Nos cobijaron, alimentaron, repararon nuestras bicis, lavaron nuestra ropa, nos mostraron su ciudad, pero sobre todo nos brindaron su excelente compañía, hasta que finalmente obtuvimos el visado indio y con él en mano emprendimos con entusiasmo nuestra mayor aventura, rumbo a Osh, la capital del sur e inicio de la M42, la carretera del Pamir. De nuevo, a fin de reservar energía para el plato fuerte, optamos por una aproximación en marshrutka. El traslado de 650km en unas 10h fue especialmente entretenido, pues esta vez hicimos migas con nuestros compañeros de viaje, mientras en un subidón de adrenalina, permanecíamos constantemente en vilo cuando nuestro intrépido conductor competía, como en un rally, junto al resto de vehículos en la carretera. Pese al desacuerdo, no quedo más remedio que confiar ciegamente en su pericia. En cuanto al trayecto en sí, a destacar nuestro paso por el precioso lago de Torktogul, en que sino hubiera sido por las prisas, nos hubiera encantado detenernos a contemplar el paisaje y también por la localidad de Naryn, donde unos niños nos vendieron, como golosinas, unas agrias raíces que ellos mismos habían recolectado.
Llegamos a Osh de madrugada, acampando sin saberlo en una finca privada a las afueras, aunque al despertar, lejos de cualquier reproche el dueño de la tierra vino a darnos la bienvenida con unas tazas de té y unas hogazas de pan. Realmente, un privilegio levantarse de esa guisa y para colmo, la buena racha de hospitalarias acogidas aún se prolongaría mas a nuestra entrada en la ciudad. Asi fue como preguntando por el paradero de la montaña sagrada de Suleyman, unico lugar en Kirguistán reconocido patrimonio de la humanidad por la Unesco, fuimos invitados por un colectivo de ancianos, musulmanes suníes, a unas tazas de té y a catar unas delicias locales. A continuación, habiendo repostado lo suficiente, aparcamos nuestras bicicletas a la entrada del recinto y nos encaminamos por unas inclinadas  escaleras hasta la cima de este concurrido centro de peregrinación. El complejo constaba de un museo arqueológico empotrado en la propia roca, poco despues de la abanderada cumbre- mirador y de una gran mezquita suní a los pies de la montaña. Siendo ésta una vulgar y acotada representacion natural que habían creado, como los contenidos parques, para una mayor accesibilidad pública, otorgándole como reclamo connotaciones divinas, me conforme con deleitarme con las vistas de Osh, una ciudad de discreto atractivo urbanístico, más alla de las que nuevamente se alzaban, lejos de la popularidad, las majestuosas cimas de Tian Shan. Secretos encantos los del más remoto anonimato. Gracias por las distantes tierras vírgenes apartadas de la devastadora huella humana. Tras la muchedumbre agolpada, la cordillera del Pamir, símbolo de la pureza, nos aguardaba. Una tierra que como sigilosos huespedes atravesaríamos, con el debido respeto, escoltados por el griterío y la inocente sonrisa de los niños que como alegres mariposas acudían revoloteando alrededor, cuya gratitud por nuestra mera presencia, colmó nuestro espíritu hasta que ya desvanecidas sus pueriles voces dentro del mas impenetrable silencio, tras la encrucijada de Sary Tash en que por primera vez en nuestras vidas pudimos contemplar maravillados a una manada de yaks (localidad kirguisa que hace de puente tanto a China por el Torugart Pass como a Tajikistan por el Kyzylart), coronariamos nuestro esfuerzo al alcanzar el Kyzyl Art Pass, un puerto de 4290m, ubicado justo en la frontera tayika, siendo éste el punto máximo al que podíamos acceder sin un nuevo vísado. No sin antes detenernos al recibir una invitación a té y torradas a untar con mantequilla de yak, por parte de una pareja tayika, que residía aislada de la civilización junto a sus 3 retoños a más de 4000m de altura sobre el nivel del mar. Recuerdo que su afable semblante encandilaba y era el vivo reflejo de la pureza de esta tierra. En el interior de su vivienda, una caldera, unos juguetes para los niños y un telar con que entretenerse tejiendo los vistosos mantos que decoraban las estancia. He aquí otra receta de la simplicidad en que se cumplía la regla inversa: ¡cuánta generosidad dentro de la escasez material! Por más que quisiera jamas lograría imaginarme la dureza de su invierno y sin embargo, para mi asombro, la vida se aferraba como una lapa, incluso a las condiciones más adversas. Lo que confirmaba, como dijera Thoureau, que al margen de lo comúnmente considerado necesario, existe la evidencia de que hay tantos caminos como radios pueden trazarse desde un centro, es decir, infinitos. Por otra parte, regresando a la ruta, durante la ascensión, éstas fueron las  sensaciones que volverían a remitirme a un antiguo escrito mío: "Los largos tramos que en mi ascensión recorro con esfuerzo, serán meras pinceladas cromáticas de la panorámica global que a mi paso creo. Ayúdame nueva visión a redimensionar mi vida a su justa medida y a tomar consciencia de mi prescindible e insignificante existencia. Pues no soy más q una remota estrella, dentro del vasto firmamento y mi luz brilla intermitentemente, ahogándose en la penumbra cósmica. Huésped que la montaña acoge amablemente en sus entrañas, deseo avanzar con sigilo, renovando mi materia pretenciosa y desconsiderada, a cada bocanada del aire puro que me envuelve acariciándome como un sedoso manto".  Al termino, regresamos a Osh como polizones entre los sacos de lana cargados en la cabina descubierta de un camión, cuyo conductor se ofreció a transportarnos. La sensación de libertad fue absoluta mientras, acolchados, observábamos bajo las estrellas como una glotona media luna, al más puro estilo Pacman, parecía engullir la sucesión de nubes que le salían al paso. Ensoñación que terminó con la cegadora luz de una linterna en un control policial. Lamentablemente, habían comenzado las normas. Mostramos nuestras credenciales y recuperamos la maltrecha libertad. No cabe duda que irónicamente viniendo de lo más "salvaje" ya habíamos regresado a la "civilización". Finalmente, tras desandar en marshrutka el camino hasta Bishkek, fuimos a despedirnos nuevamente de nuestras familias de adopción. Haciendo balance de lo acontecido aquí, debo admitir que este país me ha conquistado y que por tanto, esta vez dentro de la certeza de que a buen seguro volveré, partire hacía mi aventura india con un prudente: ¡hasta luego Kirguistan!

Azerbayán


Ruta: Il Sixli - Agstafa - Baku.

En mis últimos dias de estancia en Tbilisi, una vez explorada la cultura georgiana, de primera mano, al convivir entre los propios nativos, empezaba a aquejar el devastador efecto de la rutina y la falta de emocion. En otras palabras, la vida que llevaba había dejado de inspirarme, y aún tratando de exprimir al maximo cualquier novedad, mi mente se asfixiaba suspirando por nuevos horizontes, pese a mantenerse ocupada en otras cuestiones prácticas como la paralela la aventura política, mucho menos estimulante, que por desgracia iba gestandose con demasiada lentitud. Las trabas burocráticas habían sido mayores de lo previsto, ya que además de requerir una reserva de hotel, nuestra llegada al consulado para la solicitud del visado coincidió con un periodo de festividad azerí, que como extensión de su territorio nacional, debían respetar, demorando en consecuencia los días hábiles necesarios para su obtención. No obstante, pacientemente aguardaba pese al desasosiego, como minero que atraviesa un oscura galería conociendo cual es la salida que lo bañará de luz, al haber comprobado por experiencia como en un futuro la trepidante aventura sería el bálsamo que me curaría. Ya dijo Alexander Lloyd que la aventura era la mejor manera de aprender a escribir. Las futuras experiencias de mi viaje serán las musas que motiven mi escritura, pues en mi ruta hacia la felicidad, tras algún que otro paréntesis de mutismo espiritual, las palabras surgirán de la necesidad de compartir cuanto veo y lo que me hace sentir. De cualquier modo, no me arrepiento del parón, pues al margen de la recuperacion física, la frenética sucesión de acontecimientos en mi vida de viajero, había terminado por saturar también el sentido de la belleza. Necesitaba distanciarme para asimilar lo vivido y al mismo tiempo darle cabida a una justa presencia en mi devenir. Cegado por tanto resplandor mis pupilas no admitían ya la luz de un nuevo sol, por hermoso que fuese. Por aquel entonces, seguir visitando me hubiera convertido en un simple coleccionista de lugares, que no imprimen en él su sello de hermosura. La vida es como el olfato, periodicamente exige un buen descanso, para poder seguir apreciando las fragancias que lo envuelven.

España, Francia, Suiza, Italia,Slovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Albania, Grecia, Turquia, Georgia y Azerbayan!!!!!!!!!!!!! 
El primer choque cultural a nuestra llegada a Azerbayan fue advertir como de repente habíamos dejado la invisibilidad y discreción al otro lado de la frontera. Enseguida, empezamos a contar cada encuentro por sonrisas y cierto aroma similar al que habiamos podido percibir en Turquia flotaba en el ambiente. Era el de la taza de té que a grito pelado de “Cay”, como en aquella pasada etapa, volvía a culminar su hospitalidad. Nos miramos y nos encogimos de hombros, diciendonos, ¿por qué no? Con el kilometraje de la etapa prácticamente cumplido, llegaba nuestra primera oportunidad de integrarnos con el pueblo azerí. Pese a las dificultades con el idioma, la cálida acogida, como la compota de grosella que debíamos agregar al té, se encargó en todo momento de endulzar el ambiente. Observándolos me di cuenta, de que su mirada más allá del recelo, desprendía una sincera curiosidad e incluso admiración. En Turquia únicamente había podido concebir esta ceremonia, desde la distante perspectiva de un huésped al habían convertido en una ocasión para la práctica de sus preceptos religiosos. Sin embargo, en ellos existía un profundo interés por nuestra historia, que reciprocamente generaba un maravilloso intercambio cultural. Reflexionando concluí que quizá el mestizaje con el substrato ruso propio de una ex república soviética, había dotado a los azeríes de una mentalidad más abierta y cosmopolita. A continuación, poco después de reanudar la marcha, casi inconscientemente la sobrecogedora belleza de una escena nos obligaría nuevamente a detenernos. Frente a nosotros, un anciano pastor reposando sobre un pequeño banco de madera custudiaba su rebaño entre los verdes pastos y la exhuberancia del florecimiento primaveral de los árboles de té plantados en su finca. Aún no puedo argumentar convincentemente como una escena tan común, pudo cautivar mi espíritu por completo. Supongo que “La belleza, como forma mas elevada del genio, por encima del arte, no necesita explicación” (Oscar Wilde) o que como afirmaba el periodista y viajero Javier Reverte : “La aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordiario la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos a tu hogar” Por lo que fuere, sentí la imperiosa necesidad de acercarme a conocer a tan entrañable personaje y como por arte de magia, inesperadamente el mismo hombre que nos había invitado a la taza de té, al observarnos acudió para facilitar el contacto. Como en el Alquimista de Cohelo, el universo volvía a conspirar en pro de la consecución de nuestro deseo. Aparcamos las bicis a la entrada de la finca, aproximándonos al anciano bajo la refrescante sombra proyectada por los árboles de té, junto a los que, como un buen presagio, alegres mariposas revoloteaban camuflándose entre los blanquecinos pétalos. El gentil anciano, al advertir nuestra presencia, inmediatamente se incorporó para saludarnos muy sonriente con un encaje de manos y un fraternal beso en la mejilla. Por un momento, lamenté haber podido turbar su paz, como quien espanta involuntariamente, al acercarse a contemplar, a la bandada de pájaros que lo maravillaba. No obstante, su felicidad parecía imperturbable y como pudimos comprobar, un intuido halo de energia positiva, en efecto, irradiaba a su alrededor. Su rostro como pocos expresaba sin palabras, una hermosa oda a la bondad. Dejamos que los vivos destellos del faro de su mirada nos guiaran hacia él, navegando sobre las olas del calmo mar de su comprensión dibujadas como arrugas en su ceño. Poco después, nos despedimos para reemprender la marcha, aunque todavía el hechizo se mantuvo. Al mismo tiempo, en contraste con el carácter de su gente, el paisaje azerí evolucionaba a través de largos llanos que se perdían en un lejano horizonte, hacia una creciente aridez, que de algún modo nos avanzaba ya la estapa kazaja. Paralelos al Gran Cáucaso nuestra carretera menguaba en su altitud, tal como sus montañas, en nuestro ligero descenso hacia la Costa del Caspio. Supongo que a pesar de la monotonía, debíamos agradecer que sus extenuantes puertos no llegaran a cruzarse en nuestro camino. Pocos fueron los elementos que amenizaron visualmente nuestro escenario, cuya prolongada uniformidad inducía a un estado casi de trance. Como excepción, de vez en cuando algún carruaje, rebaño de ovejas o caballo azerí aparecía entre los dispersos pueblos. Únicamente en Shirvan pudimos disfrutar de alguna variación, gracias a un pequeño lago junto a la localidad, en el fondo de un valle inscrito entre el contorno de unas suaves montañas redondeadas, cuyo tono ocre nos recordó a los Monegros . Aunque nos consta por la informacion adquirida que Azerbayan es un país de diversidad paisajistica que abarca desde las elevadas cumbres del Norte del Gran Caucaso, hasta sus 3 principales parques naturales: Altyaghach, Hirkan y Shadag (con frondosos bosques de variada flora y una fauna salvaje compuesta por numerosas especies autóctonas, tales como: el lobo gris, el zorro rojo, el oso pardo, el leopardo persa, el jabali, el chacal, el lince, el aguila real, el ciervo, el buitre egipcio, el buitre barbudo, el buho o la gacela, por solo citar algunas) en un viaje en bici se debe trazar un itinerario que equilibre los lugares destacados que se desean visitar con el kilometraje a recorrer. En este caso los puntos de interés estaban demasiado dispersos respecto a nuestro principal objetivo: la capital, Baku, por lo que pese a su insólita aridez, optamos por la ruta más directa. Sin embargo, por primera vez en mi viaje, pese a ser reacio a anular los sonidos que me envuelven, recurrí al uso de música por auriculares para lograr distraer mi mente del inexorable sopor. Así durante algún tiempo conseguí que el flujo melódico de la banda sonora de nuestra particular road movie pudiera transportarme a mi destino. Ésa era la tonica diurna, hasta que a cada atardecer nos afanábamos en hallar un buen lugar donde pernoctar. La primera noche, nuestros huesos fueron a parar a un albergue de Agstafa, en el que nos alojamos por un módico precio y tras una agradable tertulia con el personal, desde el telefono móvil de uno de ellos tuvimos el gusto de escuchar nuestro primer mugam (composicion poetico musical azerí reconocida por la UNESCO como patrimonio oral e intangible de la humanidad). La segunda, fue la compensación tras haber podido escabullirnos de un intento de extorsión por parte de un policía corrupto, que intentó sancionarnos con una falsa multa por haber circulado a pie arrastrando nuestras bicis por el arcén de una carretera nacional, debido a una fuerte racha de viento en contra. Fue patético, intentando regatear el importe, hasta que le hicimos saber que no teníamos dinero y que en todo caso, antes de abonar cualquier cantidad, debíamos consultar con nuestra embajada. Al escuchar esto último, reculó diciéndonos que nos fueramos y recordándonos con una perversa sonrisa que allí no había pasado nada. Deberían examinar a conciencia la moralidad de a quiénes concedan cierta “autoridad”. Afortunadamente, tras la de arena pronto llegaria la de cal y después de pedirle agua, un pastor en Semkir, nos invitó a cenar y a cobijarnos en su vivienda. Nuestro amable anfitrión, desinteresadamente se deshizo en atenciones, hasta asegurarse de nuestro bienestar. La clase de persona, que pese a la satisfaccion con que se basta al dar, uno desearia corresponder con lo major de sí. Como a menudo, la comunicación se atascaba por culpa de la barrera idiomatica, sugerí que jugaramos a un dominó que tenía para romper el hielo. Al terminar las partidas, unos amigos suyos se sumaron al petite comitté y Jordi oportunamente sacó su libreta de pictogramas reactivando el diálogo, hasta que plácidamente caímos en brazos de Morfeo. Al amanecer, a petición suya, les retratamos sobre nuestras bicicletas y nos despedimos de nuestro benefactor con un emotivo abrazo. Simbolismo que entonces interpreté como si nuestra marcha tal vez representara su propio anhelo de nuevos horizontes, al par que entre tanta trepidante aventura, una parte de mí también hubiera permanecido con ellos en el deseo de intercalar la serenidad de sus sedentarias vidas. En fin, vivir es elegir, elegir es renunciar. La clave es poder llegar a hacerlo con convicción y sin mirar atrás. Como dijo Robert Frost “Dos caminos divergian en el bosque amarillo y afligido desde la distancia, pues no podía recorrer ambos siendo un unico viajero, finalmente tome el menos transitado de los dos y eso… Eso a marcado toda la diferencia”. Somos el resultado de infinidad de previas elecciones. Todos los caminos conducen a nuestro propio ser, por lo que curiosamente , como apunto Nicolas de Bouvier “cuando uno cree hacer un viaje, en realidad, es el viaje quien lo hace a el”. 
 Las dos noches siguientes fueron de acampada. La primera de ellas tuvo lugar en Laki bajo un arbol junto a un corral vacío. Al despertar, pese a un temido reproche por nuestra ocupación, se nos presentó amistosamente un jinete que supusimos era el dueño de esa parcela. La próxima, sobre una inmensa explanada en Sigirli, llegaría tras un divertido encuentro con una pandilla de chavales azeríes con peculiares flequillos a lo Neron, montando bicicletas tuneadas con potentes bocinas y asientos de piel de oveja. Habíamos llegado sedientos e inquietos por la escasez de agua debido a la sequedad del terreno y decidimos acercamos a pedirles que nos indicaran donde llenar nuestros bidones. Oportunidad que aprovecharon para disparar su curiosidad, inspeccionando nuestras bicicletas de arriba a bajo y haciendo todo tipo de preguntas acerca de aquellos dispositivos que como la dinamo y el cargador de smartphone, consideraban más extraños. A continuación, nos cruzaríamos con otra pandilla más crecidita, que apretada en un destartalado automóvil escuchaba su musica a todo volumen. Probablemente, pensé, un futuro reflejo del primer grupo de niños, que pronto en un estereotipado proceso evolutivo, lamentablemente iban a aparcar sus bicis, para subirse al coche de alguno de ellos. Esta claro que no hay costumbres mas sanas, que las mas pueriles, por lo que mejor es no acallar jamas al niño que llevamos dentro. Su voz habla de lo que nos conviene. Como adultos, nos queda tanto por desaprender… y cada vez más!! Ya advirtio Maria Teresa de Calcuta, en su famosa oración, que los mejores maestros fueron siempre los niños. El niño cuenta con lo necesario para nuestra meta suprema: la búsqueda de la felicidad. Un corazón puro y confiado, propenso a la sorpresa y sin temores, dispuesto, valga la redundancia, a jugarse la vida en un juego.
En el que iba a ser nuestro penúltimo día en ruta a unos 20 km de alcanzar la orilla del Caspio, los brazos invisibles de Eolo volvían a contener el avance de nuestra pequeña tropa. Las alforjas, que como velas fueron con viento a favor, hacían pantalla convirtiéndose en un muro infranqueable. Asi que no quedó más remedio que apearse y cargar, hasta que casi como un espejismo, un camionero surgido de la nada de repente se ofreció a transportarnos. En aquella fase, estabamos verdaderamente hastiados ya de la homogeneidad del paisaje y sin disfrutar del trayecto, con el único aliciente de ir rebajando kilómetros, nuestro objetivo se había reducido a llegar cuanto antes a Baku. Por consiguiente, como caída del cielo, aquella invitación era mano de santo. Inmediatamente cargamos nuestras bicicletas en el camión y subimos junto a él a la cabina. Muy amablemente el conductor nos ofreció unos mendrugos de pan para saciar el hambre y con dificultades en la comunicación creimos haberle hecho entender que nos dirigiamos a Baku. Pese a nuestros reiterados intentos por esclarecerlo, el conductor intentaba explicarnos algo demasiado específico para poder expresarse con signos. Al parecer él no iba a llegar hasta la capital, tomando una bifurcación previa que nos dejaría en una población cercana. No obstante, manteniendo la incertidumbre, fuimos comprobando nuestro paradero con el GPS, confirmando como efectivamente íbamos aproximándonos a Baku. En realidad, tampoco estabamos muy preocupados pues en el peor de los casos, con mayor o menor esfuerzo, sabíamos que también podríamos cubrir la distancia que fuera por nuestros propios medios . Como dijo Amado Nervo “El pájaro trina aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas”. Providencialmente, el camión se detuvo en Musvuqabad, a escasos 23Km de Baku. En esta ocasión, el riesgo asumido había valido la pena. ¡Fue una jugada redonda! Nos habíamos ahorrado un día de trayecto indeseado, como pudimos comprobar por el apocalíptico y desolador paisaje, lo que nos permitía agilizar los trámites de obtención del visado kazajo y por si fuera poco, aún el día nos reservaba su plato fuerte. Recuerdo nuestra entrada a Baku al anochecer, como una ensoñación sacada de algún fantástico cuento. Como quien se adentra en un oasis tras haber atravesado un largo desierto, así admirabamos boquiabiertos la belleza de este paraíso artificial cuyas luces de todos los colores del espectro brillaban como luciérnagas en la oscuridad creciente. Por doquier: arquitectura vanguardista que bien ejemplificaria el Aliyev Merkasi, modernos rescacielos como las Flame Towers (edificio iluminado más destacado del mundo, cuyas llamas en movimiento representadas por una miriada de leds inflaman el firmamento nocturno de Baku), majestuosas plazas como Fountain Square, originales esculturas integradas con elegancia entre las abundantes zonas ajardinadas, amplias avenidas y boulevares atestados de tiendas de las más prestigiosas marcas, casco antiguo pulcro y restaurado compuesto principalmente por la Ciudad Amurallada (patrimonio de la humanidad reconocido por la UNESCO), la Torre de la Doncella y el Palacio de Shirvanshahs, … En definitiva, un universo de detalles por apreciar. Hasta ahora habia visto unicamente ciudades como Istambul, en que la belleza quedaba confinada en las zonas áas turísticas, que como dije pretendían venderle una postal a mi memoria, pero Baku, en cambio, era globalmente bonita, limpia,… impecable. Sin embargo, no puedo evitar que mi espíritu crítico, analice también el transfondo de tan deslumbrante hermosura. Azerbayan como habíamos podido constatar era un país bastante pobre en su conjunto, cuya economia doméstica en la mayor parte del territorio se basa en la agricultura y la ganadería. No obstante, su mayor riqueza, monopolizada por políticos y magnates, se esconde bajo los modestos frutos de la tierra. Se trata del petróleo que se exporta, cuyo beneficio ha creado en Baku el asentamiento de los caprichosos antojos urbanísticos que ilustran su opulencia. Una ambición sin límite, con miles de proyectos en construcción, que como presume el presidente azerí Aliyev, aspiran a convertir a Baku en la nueva Dubai. Un inadmisible despilfarro fuera de contexto, que pone de manifiesto la alarmante desigualdad social. Como en el film Elisium, han creado un fascinante mundo material en que soñar con escapar de la miseria. Un diamante en una vitrina entre el fango, que refleja la impotencia del miserable en la vanidad del sueño americano. Opino que en el consumismo propio de la globalizacion todos perdemos algo, pues la esencia de de cada cultura, es decir sus tradiciones ancestrales, se evapora bajo el sol de lo que llamamos progreso. Mi mayor temor, es que en un futuro, pierda el sentido el viajar, al uniformarse todo el territorio mundial. Los viajeros somos buscadores de sensaciones inciertas, nos motiva la diferencia, adentrarnos en lo desconocido. Viajamos para descubrir, para saborear el contraste. Esperemos que, con el paso de los años, la identidad de los pueblos sepa resistir a venderse por completo. 
En 3 días de estancia en Baku recibimos el visado de Kazajistan. A juzgar por el trato recibido por el cónsul, cuyos ojos medianamente rasgados nos anticipan ya el no tan lejano oriente, diría que en Kazajistan nos aguarda una etapa muy interesante. Sin dudad, un modelo de respetuosa amabilidad, que como tarjeta de presentación de un pais, debería inspirar al resto de consulados. 

Con todo listo habia llegado la hora de partir. Si bien he disfrutado mucho recorriendo las calles de esta hermosa ciudad, la visita ha durado lo justo como para no empezar a añorar la aventura y naturaleza que necesito para armonizar.

Turquía


Ruta: Ipsala - Istanbul - Bolu - Lago Abant - Ankara - Goreme (Capadocia) - Erciyes - Kayseri - Sivas - Erzincan - Erzurum - Posof.

MEMORIAS DE ESTAMBUL

Cuando entré por primera vez en la ciudad, escribí sobre la fama que ostenta de ser una de las más bellas del mundo. Pues bien, ahora 5 días después, tras haberla explorado a fondo, discrepo con conocimiento de causa y matizo. Cuando hablo de un conjunto, evito que una parte lo defina. Si me limito a valorar la cara de la ciudad que han lavado para venderle una postal a mi memoria, puedo describir con la fascinación previsible la sublime belleza de las zonas ajardinadas que incluyen los obeliscos de Teodosio y Constantino del que fuera el antiguo Hipódromo de Constantinopla, en el turistico barrio de Sultanahmet y que conectan la Mezquita Azul (Blue Mosque, Sultanahmet Camii) con la de Santa Sofía (Aya Sofia), antigua iglesia Cristiana convertida en mezquita por el Imperio Otomano y ubicada enfrente a unos 150m. La Mezquita Azul, única en Turquia con 6 minaretes, es para mí sin duda, la más hermosa de las que he visto hasta ahora, tanto a la luz del sol como iluminada por los nocturnos focos. Por su parte, Santa Sofía, cuarta edificación religiosa con un area cubierta más grande del mundo, tampoco deja indiferente, no sólo por las dimensiones sino también por su elegante diseño. 
 Siguiendo en la misma tónica, a continuación, a una corta distancia también pude disfrutar de un agradable paseo por el bonito Parque de Gulhane, bien cuidado y que sorprende por sus originales detalles, tales como papeleras de piedra en forma de animal o persona, además de una gran columna frente al Palacio de Topkapi y un restaurante- mirador con vistas privilegiadas al Bósforo. Tambien podría destacar el precioso interior de la Mezquita Nueva en Eminonu, donde me descalcé para presenciar una oración musulmana, la Mezquita de Suleyman ("El Magnífico") tan magnífica como él, la panorámica global desde lo alto de la Torre de Galata o el relajante baño turco en el célebre Celembitas Hamam, donde absorto observé el ritual de lavado mutuo y posteriormente me tumbé boca arriba sobre un suelo de mármol caliente encarado hacia su bella cúpula.  
El único lugar turístico por excelencia que me defraudó fue el Gran Bazar, que en mi opinión no pasa de ser un mercadillo cualquiera, cuya decoración deja mucho que desear. Como comercio histórico, incluso preferí dentro de su sencillez, el Bazar de las Especias, cuya variedad de colores y sabores me cautivó. 
Pero no nos engañemos, Istanbul es mucho más que todo eso y en esta inmensa metrópolis, al margen de los excepcionales vestigios que se conservan de las 3 grandes civilizaciones que sucesivamente fueron instaurandose aquí (griega, romana bizantina y otomana) predominan edificaciones cutres e incluso barrios enteros sin ningún encanto, dejados de la mano de ese Dios al que claman puntualmente las plegarias cantadas desde los altavoces de los minaretes. Me refiero, concretamente, a las casuchas en mal estado y a la aglomeración de bloques de hormigón, cuyos ennegrecidos muros evidencian el elevado nivel de polución. 
Sinceramente, después de haber transitado paisajes remotos de incalculable belleza, me cuesta comprender el empeño de vivir hacinados, chapoteando en ciénagas contaminadas donde el precio de la vida encarece la economía doméstica, tanto como la salud física y mental. Se trata de una agresión sensorial en toda regla, desde el turbio aire que se respira, el ruido ensordecedor del tráfico y del bullicioso gentío, entre el cual falta incluso el mínimo espacio vital necesario para abrirse camino sin choques ni tropiezos, hasta la contaminación lumínica o la escasez natural confinada y reducida a minúsculos parques. Débiles pulmones, asfixiados e incapaces de abastecer el oxígeno suficiente. Según estudios científicos, se calcula que para absorber el dióxido de carbono que cuatro personas exudan al respirar, cocinar y calentarse se requiere más de una hectárea de monte o bosque. En el area metropolitana de Istanbul se estima q habitan unos 13,85 millones de personas, ¡así que echad cuentas!
Por otra parte, éste es también un continuo castigo moral, que a través de un inconsciente proceso adaptativo puede llegar a adormercer las más nobles virtudes. A mi entender, las ciudades deshumanizan, pqorque en ellas se ha llegado a normalizar la desgracia ajena hasta el punto de la más absoluta indiferencia. Aquí también niños hambrientos y tullidos tratan de sobrevivír sin recursos, resistiéndose por instinto a su invisibilidad. No obstante, a esas escenas cotidianas no les dan importancia alguna, ya que el dinero prima detrás de cada gesto de amabilidad, de cada sonrisa esbozada en el "gentil" acoso de pícaros mercaderes, ansiosos por rascar una lira más que reinvertir en las arcas de este omnipresente comercio, que te acecha incesantemente y es que así, uno no llega a distinguir el verdadero afecto cuando lo compra. En ausencia de interés economico, pocas son las personas que aquí me han tratado con consideración. Desgraciadamente, me he dado de bruces con una sociedad cerrada, recelosa y xenófoba, sobre todo en su incompetente ámbito burocrático, que he requerido para recibir nuevas transferencias. 12 bancos he necesitado para encontrar a alguien que hablara inglés y que sin apartarme con un gesto de desdén, se prestará a ayudarme cumpliendo su función y claro, pese a una gran tolerancia, uno tiene una paciencia limitada. Realmente, no me afecta el recelo discriminatorio con el que ponen de manifiesto su ignorancia, ya afortunadamente sé quien soy y no pretendo seducir a nadie, porque con los que quiero y quiénes pueden apreciarme mebasto. Lo que más me molesta es que su estúpida aversión o desinterés, les impida satisfacer mís demandas. Cómo resonaba entonces en mi cabeza la voz de Jim Morrison cantando el pegadizo estribillo de "People are strange"! : "People are strange, when you're stranger. Faces look ugly when you're alone" (La gente se hace extraña cuando eres un extranjero. Las caras se vean feas cuando estás sólo.)
Y es q paradójicamente, pocas veces me he sentido tan sólo como entre la abundante muchedumbre de la ciudad más poblada de Europa. ¿Qué tipo de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes?. He descubierto que ningún ejercicio de las piernas puede aproximar más a dos espíritus entre sí" (Henry David Thoureau) Realmente, no soy un eremita, me encanta la gente, compartir y conocer a las personas, sólo que detesto las multitudes, las estampidas de cuerpos q se cruzan sin interactuar. Creo que son un mal para el espíritu.
Ya estoy servido, ahora trataré de purificarme nuevamente en el mundo rural, a fin de recobrar la paz con la que aquí había llegado.

Actualmente, me encuentro a las afueras de Estambul, ya en Asia, camino de Ankara, tras haber cruzado el puente desde la mitad europea sobre el Bósforo. No ha sido fácil, el flujo constante de vehículos irrespetuosos me ha puesto en peligro en varias ocasiones después de sortear mi última traba burocrática. Tras cruzar todo el continente, en los metros finales del último puente, había una señal dándo la bienvenida a Asia con la que un inoportuno policía no me ha dejado retratarme, ni aún exponiéndole el motivo por el que ese simple rectángulo metálico podía ser tan especial para mí. De nuevo no se si m ha comprendido, no ha querido comprender o como parecía, simplemente no le importaba. El caso es que he lamentado prescindir de esa simbólica toma. 
Ahora mismo, estoy saturado y consciente de una propensa irascibilidad que debe ser aplacada. Por ello me he apartado de la manada, como un ciervo herido, hasta estar preparado para volver en sociedad. No vaya a ser que desate mi justificada ira al estilo de Michael Douglas en "Un dia de furia" ;) Tranquilos, es coña. Sé perfectamente, que son sólo momentos de enajenación, muy poco frecuentes en mí, debidos al estrés acumulado. Asi que me contento con el efecto sanador de esta terapia reflexiva. Recuerdo una anécdota de Mark Twain, quien siendo consciente de su exacerbada susceptibilidad, al sentirse ofendido escribía cartas mordaces contra sus supuestos enemigos, que posteriormente guardaba bajo llave en un cajón. A los 3 días decidía si debían ser enviadas o no. El resultado era que la mayoría eran destruidas. Mejor tomarse un tiempo para asimilar. "Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad." Nietzsche
Hoy quisiera que los sosos destellos de la red eléctrica que iluminan de noche la ciudad, me devolvieran la luz estelar que me robaron, aunque quizá en un futuro dada la capacidad de mi selectiva memoria para retener únicamente lo positivo, me complazca recordarlos. En fin, tal vez ahora sólo necesite... ¡distancia para procesar!

LA BELLEZA DE ALBAY

Avanos (Capadocia).

¡He aquí la belleza en estado puro! Albay, un ındıgente que me apadrıno en Avanos, para guıarme por toda su cıudad, llorando desconsoladamente porque me resıstí a cambıarle mıs zapatıllas rotas por los zapatos nuevos que recıentemente había podıdo conseguır. Eso tras haber entrado en pleno chaparrón en una tıenda de ropa para pedır unos calcetınes secos en su nombre, que luego me regalaría para reemplazar los míos empapados. Según parece, no podía soportar la ıdea de que el frío y la humedad me calaran por las grıetas del calzado, hasta el punto en que ıncluso prefería padecerlo él. Y es que "la solıdarıdad es la fuerza de la gente débıl" Hugo Ojettı y “mientras menos tenemos, más damos. Parece absurdo, pero ésta es la lógica del amor” Madre Teresa de Calcuta. Supongo porque quızás para comprender de veras la necesıdad, antes debemos haberla experımentado. Verle allí sentado, descalzo, olvıdando el problema que le supondría encontrar esa mısma noche algo que llevarse a la boca para velar por mı bıenestar, hace que su belleza me estremezca en una admıracıón que empequeñece mıs mayores logros, que reduce a sosura la hermosura de cualquıera de los paısajes que haya podıdo contemplar. Qué rıco hay que ser para poder renuncıar a todo por ofrecerlo. Que el descuıdado atuendo o la penurıa grabada en el muro surcado de su rostro no os dıstraıgan, porque resplandecıente es, como el oro ınterno de un sarcofago egıpcıo, la luz que encıerra el tejıdo de su castıgada pıel. Por ello, yo también como Gıbran, quıse bañarme en esa luz y aprendí a leer en los rostros, para ver a través de la urdıdumbre que mıs ojos van tejıendo y mırar la realıdad que está detrás del tejıdo. Fınalmente, gozando de esa renuncıa constructıva, yo necesıtaba olvıdar que estaba bajo mínımos, entregándole mı últıma barra de salamı y un gorro que le protegıera de la lluvıa, para como estrella fugaz, devolverle por ınstantes el reflejo de su propıa luz y así, poder sentır brevemente su grandeza.

India


Ruta:
Delhi - Agra - Lucknow - Gorakhpur - Sunauli.

LLEGADA A DELHI

Apenas llevo unas horas en Delhi. El tiempo suficiente para conmoverme por completo. Os sitúo: 2h de la madrugada y tan sólo 20 km separan el aeropuerto del hostal donde nos hospedamos, ubicado en la ciudad vieja. No importa el cansancio acumulado, cuando nos rodean barracones tan infectados como el aura turbia del aire alrededor. No importa no haber dormido casi en los dos últimos días debido al puente aéreo, cuando nuestra bicicleta, como un velero impulsado por la suave brisa del viajero, atraviesa expectante la miseria en que de sobras sabe que por ahora no se quedará atascado. No, tampoco importa que la policía nos parara para darnos la bienvenida, ofreciéndonos una taza de té y su protección incondicional en caso de urgencia, santificándonos como las vacas que merodean a sus anchas por las calles. Nada importa, mientras observo consternado a mi alrededor la plaga de personas envueltas en mantas, que junto a los perros, entre la basura, cubren las aceras. En absoluto, nada importa cuando cualquier queja es tan sólo una burla indecente con que avergonzarte de la nimiedad tus "enormes" problemas. Esta noche tendré un techo, algo que llevarme a la boca. Esta noche huiré de la penumbra con el simple gesto de pulsar el interruptor de mi habitación. Esta noche siento mi afortunado paraíso aparcado a las puertas del infierno. Qué importa mi tristeza si mis lágrimas no riegan al sediento. Yo también estoy dolido, dolido de ver y sin embargo, carcajadas resuenan en el eco de mi llanto. Disculpadme, pero nada más importa, ¡cuando se tiene tanto que agradecer!

NORTE DE LA INDIA

Ruta: Delhi- Palwal - Agra- Gorakhpur- Sunauli

Actualmente, escribo estas líneas desde Pokhara, una apacible ciudad nepalí, a orillas del lago Phewa, frente al Parque Natural del Annapurna. Todo un balneario natural. Un ambiente fresco y saludable, en cuyos bucólicos paisajes, por fin he recobrado la paz. Esta ha sido mi primera oportunidad en lo que va de mes, de encontrar la calma necesaria para expresarme. Pues, desde mi llegada a Delhi, un cúmulo de factores adversos habían perturbado mi espíritu empujándome forzosamente hacia adelante como un ciclón a lo largo del territorio indio. Ahora que por fin se me permite mirar atrás, trataré de recomponer mi propia persona, al par que los principales pasajes de esta atropellada vorágine. 
Como describí a mi entrada en India, siendo mi primera incursión en el tercer mundo, quede sobrecogido por la normalizada miseria. Situación que, lejos de la adaptación, en todo momento, se me atragantó y que aun a día de hoy todavía no he conseguido digerir. Se podría decir que, como un velo gris, similar al de la polución que empana la bóveda celeste de Delhi, la ciudad mas contaminada del mundo, el exotismo se nublaba a mi mirada, difuminando las mas pintorescas formas tras el nítido impacto ante la necesidad. El norte de India ha resultado ser toda una explosión sensorial, un lugar donde la saturación de contrastados extremos, entre ellos una asumida desigualdad, genera una controversia emocional que difícilmente puede dejarte indiferente. Un país cuya furia te sacude, obligándote a sentir y que por tanto, necesariamente te transforma. Al menos, estas fueron algunas de las impresiones, extraídas a lo largo de nuestros múltiples paseos, partiendo de Main Bazaar, zona comercial en que se ubicaba nuestro hostal. Partiendo de nuestro cuartel general, cada mañana al despertar, salíamos a curiosear bajo un despiadado astro solar, repitiendo religiosamente como un mantra, siempre las pautas de un mismo ritual. En primera instancia, tras saludar a modo de rezo juntando las manos con un ”namasté” al carismático yogui, que constituía, en sí, prácticamente un símbolo de la estancia, debíamos contener la respiración para atravesar una letrina publica en que el hedor a orín concentrado y las moscas atraídas por los generosos frutos de las defecaciones nos apremiaban a acelerar el paso. A continuación, la diversidad mercantil de Main Bazaar se desplegaba ante nosotros dispuesta a seducirnos como un alegre grupo de coristas, trayendo consigo el embriagador aroma del sándalo o de las especias elaboradas artesanalmente. Como en el mas estresante videojuego, nuestros cuerpos, a falta de espacio vital, deberían sortear infinidad de obstáculos, agudizando los sentidos, potenciando al limite la atención y los reflejos, para salir airosos, tanto del caótico trafico de vehículos como del asedio de los vendedores ambulantes y transportistas de rickshaws o tuctus, que abducidos por la invisible marca del dolar impresa en nuestra blancas frentes jamás iban a cesar en su empeño. Naturalmente, el color de nuestra tez como una tasa mas, encarecía el importe de cualquier producto o servicio, por lo que en caso de estar interesado en alguna compra, como nunca, se hacia imprescindible el regateo. Al mismo tiempo, el bochorno, por su parte, potenciaba la sensación de agobio y bañados en sudor, presos del efecto rebote, por fortuna para los vendedores de refrescos, para no desfallecer continuamente debíamos mantenernos hidratados. Entonces, bajo un sol de justicia, pocas eran las gratificaciones percibidas por nuestro casi derretido cerebro. Ocasionalmente la vista, como en un oasis, conseguía deleitarse con los llamativos colores de los saris que vestían las mujeres, con las pasteles tonalidades de las amontonadas especias o con los vistosos estampados del textil expuesto en las tiendas de ropa étnica, que como los majestuosos templos que visitaríamos, rara vez colábanse entre el uniforme cúmulo de residuos cuya infección inminentemente nos cercaba. Entre tanto ajetreo, en un hondo suspiro, pronto llegaba la hora de comer y como no podía ser de otro modo los platos locales, volverían a saturar un nuevo sentido, esta vez, el gusto, con los intensísimos sabores, por lo general picantes, de las recetas locales elaboradas en deplorables condiciones higiénicas. Aceites recalentados con espesos posos, ingredientes caducados depositados en recipientes sucios e infectados a buen seguro por todo un catalogo de distintas bacterias que más que para el paladar podrían hacer las delicias de un apasionado biólogo. Lugares donde un inspector de la OMS moriría del susto, horrorizado. No obstante, cometimos un grave error y a fin de ahorrar, atraídos por el irrisorio precio en relación a las sucursales internacionales de comida rápida o los restaurantes de categoría, por lo general, optamos por elegir diariamente un thali, menú de 75 rupias, a base de arroz basmati, acompañado por 3 tipos de salsas diferentes, yogur ácido y un estofado, en cualquier callejero bar. Todo ello servido en una bandeja de plata con diferentes compartimentos, al mas puro estilo comedor escolar de primaria, q el camarero se encargaba previamente de ensuciar al pretender limpiarla con un mugriento trapo. Los días en que me sentía más osado, incluso pedía lhassi, una bebida láctea edulcorada, ignorando que su leche derivara de las sagradas vacas que había observado nutrirse en los estercoleros. Cada digestión fue una gran batalla contra el calor, el picante y el estado de los alimentos, hasta que finalmente perdí la guerra. Tanto arriesgué en mi aventura culinaria, que enseguida termine enfermando a causa de un virus que implacablemente ataco mi estomago y que acompañado de unas décimas de fiebre, junto al sofoco, en adelante me impediría tanto dormir como ingerir cualquier tipo de alimento o bebida. En mi maltrecho organismo, no inmune a las bacterias locales, habían penetrado la infección y podredumbre externas, por lo que el mínimo sorbo o bocado, como un raudo boomerang, de inmediato era rebotado en vómitos. Al anochecer, el calor tanto de la fiebre como ambiental me abrasaba la piel impidiéndome conciliar el sueno y tras mas vueltas que un tiovivo en mi cama, de madrugada, en vano, salía a pasear en solitario para ventilarme envuelto en la casi palpable densidad del espeso aire que lentamente asfixiaba mis pulmones. El panorama nocturno, era aun mucho mas dantesco y desolador, mientras me abría paso en la oscuridad esquivando la infinita serie de cuerpos hacinados, algunos puede que vencidos ya por el sueno eterno y las ratas que acudían en masa a congregarse a los vertederos, junto a los enfermos y tullidos, como en un colectivo festín. A menudo, la tos de los tuberculosos, ocultos en cualquier recodo, me sobresaltaba o me cruzaba con los jornaleros nocturnos que casi como muertos vivientes, como un milagro de la física manteníanse en pie y que, en su mas que evidente desgaste, todavía eran capaces de sostener sorprendentes cargas y volúmenes sobre su cabeza. Por su parte, los conductores de rickshaw dormitaban sobre sus vehículos tras las extenuantes jornadas, en incomodas e inverosímiles posturas, con tal de proteger a toda costa su fuente ingresos. Durante el día los había podido observar en el ejercicio de su servil profesión, poniendo a prueba sus escuálidos cuerpos al cargar al señorito de turno en la cabina. Verlos asfixiarse en las cuestas, contrastando el dolor en sus rostros con la relajada expresión de los clientes, me había removido tanto, que pese a advertir como ese dinero pudiera parchear su desesperación, ante la irresistible tentación de ayudarles personalmente a arrastrar su vehículo, me jure a mi mismo jamas ocupar una de esas malditas cabinas. Desde entonces, a falta de un buen remedio para la cuestión, di mi espalda definitivamente a lo que representa para mi un oficio mutuamente degradante, tanto para el que lo ejerce como para el que lo solicita. No debemos olvidar que solo unos billetes de papel crearon toda esa diferencia, los mismos que en ambientes mas sanos, como las sociedades tribales, únicamente hubieran servido para alimentar las llamas. Poderoso caballero don dinero y sin embargo, por los menos en mi, ¡aun te queda tanto por conquistar! En fin, después de haber ahondado lo suficiente entre el meollo de la India mas autentica, como novedad en mi viaje, a modo de excepción, esta vez recomendaría ceñirse estrictamente a los circuitos turísticos. Destacando especialmente, en la capital india, el Akshardam un espectacular templo hinduísta ubicado en la periferia que había sido sin dudarlo por la complejidad, creatividad y perfección de su infinidad de detalles, la muestra arquitectónica mas asombrosa que en mi vida hubiera podido contemplar. Otras zonas de incalculable aunque parcelada belleza, fueron la mezquita de Jama Masjrid, la mas grande en India, el temple del loto, original estructura en forma de la homónima flor, cuyo interior alberga un concurrido centro de meditación o los hermosos jardines del Raj Ghat, mausoleo de Mahatma Gandhi, aunque quizá hubieran sido demasiado ostentosos para su gusto. En vida, esta alma grande, fue el principal estandarte de la no violencia y practico un riguroso ascetismo, por lo q no se comprende que paradójicamente la losa negra que simboliza el lugar exacto en que fuera incinerado, aparezca custodiada por un par de policías armados hasta los dientes, donde si lo deseas un fotógrafo profesional puede hacerte un retrato personalizado por unos pocos billetes en cuyo anverso, para mas inri, su inmortal imagen también aparece representada. Gandhi inscrito en el mas sucio de los lienzos, el dinero, casi como un icono del materialismo, también muy a su pesar. Supongo, que a falta ideas mas pertinentes, el mejor homenaje hubiera pasado simplemente por seguir teniendo presente su valioso mensaje. 
Llevábamos aproximadamente una semana en Delhi y aunque mermado físicamente, en ausencia de un lugar adecuado para el descanso, había llegado la hora de iniciar la ruta hacia Agra. La llanura indogangética, hubiera sido en cuanto al desnivel, una zona ideal para la practica del ciclismo, sino fuera porque otros factores como el ambiental (media de 45 grados) o logístico, (imposibilidad de acampada en los campos plagados de cobras y mosquitos portadores de dengue y malaria. Todos ellos de picadura mortal), mucho mas determinantes, terminarían por cancelar la rodada en Palwal, a unos 140km de Agra. Allí, tomamos un tren regional, no sin antes recibir la emboscada de unas 200 personas que como si de un espectáculo se tratase, nos rodearon junto a nuestras bicis clavándonos la mirada durante aproximadamente una hora en el andén de la estación. Fue la situación mas embarazosa de mi vida. Sin comerlo ni beberlo, mi falta de espacio, si cabe, aun se había reducido mas y sin embargo, como todo percance, tocaba resolverlo con comprensión lo mas elegantemente posible.
Para mi, que siempre me he hallado cómodo en la discreción, aquella era una despiadada tortura y no obstante, estaba obligado a resignarme a mi nueva condición de atracción de circo. Recuerdo que entonces, mas allá de la paciencia, literalmente me derrumbe. Si, apoye mi cuerpo en un muro y lentamente me deje caer. Desde el suelo procure sostener mi mirada perdida sobre un pilar que como yo con entereza sostenía una carga muy superior a su propio propio peso. De vez en cuando un ave transitaba la porción de cielo que se me ofrecía y atrapado como me hallaba por la gravedad, pensé en cuanto hubiera deseado entonces poseer sus alas. De pronto, el molesto zumbido del tren, como la mas melodiosa canción acudió al rescate, quebrando la tensa eternidad y al ponernos en pie, un policía como Moisés abriendo las aguas del mar rojo, despejo un angosto sendero entre la multitud hasta la misma entrada al vagón de pasajeros.
Una vez dentro, me abandoné en una litera superior, dando la espalda a la nueva ornada de curiosos que previsible e inevitablemente ya se habían agolpado alrededor. Necesitaba con urgencia descansar y por tanto, se podría decir que lamentablemente para los visitantes la embajada personal estaba cerrada por reformas. 
Llegamos a Agra al anochecer. La ciudad era, en la misma tónica de Delhi, un insalubre ecosistema, un horroroso marco infrahumano, no obstante, habitado por innumerables almas. Para resumir, pese a la absoluta sequedad ambiental, seguía lloviendo sobre mojado. Tras recorrer algunos hostales exclusivos para locales, en que surrealistamente de acorde al nivel de pobreza, rechazaron nuestro dinero, nuestros huesos fueron a parar a un modesto hotel, en que el trato recibido, compenso con creces el desfile de cucarachas que sin permiso alguno pretendieron adueñarse del baño. Al día siguiente, como había planeado nos dirigimos al hospital de Agra y tal y como había imaginado, un gran numero de enfermos mucho mas graves que yo retorcíanse, en la cola que pacientemente debía aguardar, así que en un impulso abandoné afectado la estancia y pedí medicación, sin receta, directamente en una de las farmacias colindantes. Expuse los síntomas y me suministraron unas pastillas. Siempre he creído en los beneficios del Ayurveda y las medicinas alternativas, aunque esta vez se trataba de una botica al mas puro estilo occidental, cuyos prospectos, para mayor tranquilidad, pude comprobar en internet. 
Lejos del disfrute, el Norte de India se había convertido para mi, en un calvario del que deseaba alejarme cuanto antes, de modo que como operación salida, empecé a trazar la vía más rápida de escape, que finalmente resultó ser un tren Agra- Gorakhpur, con el que me plantaría a escasos 96 Km de Sunauli, el pueblo fronterizo con Nepal. Sin embargo antes, de esta huida programada solo restaba en India la ultima cita ineludible con el ya vecino Taj Mahal, una de las 7 maravillas del mundo moderno, que desde siempre había sonado visitar. Según cuenta la leyenda fuera el regalo que el emperador musulmán Sha Janan de la dinastía mogola mando construir mediante la explotación de 20 000 esclavos para honrar la muerte de Arjumand Bano Megum, su esposa favorita, mas conocida como Mumtaz Mahal (apellido que da nombre al complejo) que murió al dar a luz su decimocuarto hijo. El complejo de edificaciones perfiladas básicamente en mármol blanco fue en origen un fruto del amor, entregado por extensión a la humanidad y yo sin embargo a pese a la admiración que esta obra suscita, considero que este tipo de templos deberían caerse por vergüenza, siendo cada losa de mármol entregada como donativo a alguno de los orfanatos locales. De hecho, existen estudios científicos que preveen que la propia infección del rio Yamuna en un futuro podría debilitar su estructura hasta derrumbarla. Que difícil resulta alzarse impunemente por encima de la podredumbre. Tomen nota también los políticos y capitalistas neoliberales a quienes les interesa perpetuar esta desigualdad. Si, en efecto, esos genocidas, que abogan por diezmar la población no productiva, deben saber también que la podredumbre que han generado, a través del dominio de las mentes, tarde o temprano, acabará por salpicarles también. Un engranaje perfecto para la manipulación, basado en el conformismo y el sistema de castas, que usa la religión como moneda de cambio, ha logrado que como se afirma en un interesante articulo que recientemente leí, los pobres incluso se avergüencen de serlo. “Agacha la cabeza y obedece, resígnate a vivir lo que te corresponde en esta vida, que tan poco importa o recibirás tu castigo en la próxima tras la reencarnación”. Ese es el mensaje que subliminalmente narcotiza a la población india y aunque dentro de esa interiorizada jerarquía, como turista blanco yo resulte beneficiado, reniego del supuesto privilegio de mi rango, como ya lo hiciera en declaraciones su mayor gurú: Mahatma Gandhi, quien afirmó que de volver a nacer hubiera preferido ser un intocable. Aborrezco enormemente también como todo termino clasista, el trato de sir, al que debieron acostumbrarles los prepotentes colonos ingleses con el que se me dirigen, mientras que como dijera el gran Eduardo Mazo, no dejo de pensar en que “No es justo. No es justo que medio mundo se muera de hambre y yo no”. Para terminar, aprovechare también para desenmascarar algunos de los verdaderos reclamos que lamentablemente siguen inspirando la visita de esta región. El turismo aquí me parece una frivolidad, un escaparate a la pobreza donde acudir para satisfacer la mas enfermiza morbosidad. Algo así, como acérquense por favor, vengan a ver en el próximo número a los tullidos arrastrándose para cruzar la calzada. Por otra parte, en mi opinión, resulta vergonzoso también, el esnobismo del gran número de hipiescos occidentales que atraídos por la estética étnica, ajenos a la problemática social, vienen a afiliarse a alguno de los múltiples ritos espirituales. No obstante, mis respetos para aquellos que no priorizando sus prácticas, hayan venido también a tender su mano. Admito que este lugar me ha trastornado a todos los niveles y que por salud, tanto física como mental, he debido abandonarlo cuanto antes. La razón es muy simple. Yo en mi viaje andaba buscando la belleza. Una belleza que aquí también se pudrió infectada. Por lo tanto, para mí solo tendría sentido regresar si quisiera dedicar mi vida a aportar mi granito de arena, consciente de la imposibilidad de la utópica regeneración global de un país que, al igual que en las impolutas fachadas de sus templos precisaría, también de una casi completa rehabilitación, basada principalmente en la educación, higiene e infrastucturas, Como dijera Facundo Cabral, el servicio es la felicidad segura, mas primero uno debe estar capacitado en la medida en que da. Volviendo al viaje en sí, nada había resultado fácil en India y por supuesto tampoco mi huida iba a ser una excepción. Aun así, no me quejaré por el hacinamiento padecido durante las mas de 36h horas de pura claustrofobia en el estrecho pasillo del vagón. Tampoco por la colisión frontal de mi tren contra otro que se saldó con la muerte de al menos 40 personas. No lo haré, porque afortunadamente, he podido salir ileso de este infierno colectivo. No lo haré, porque al fin y al cabo, como bien sabía, yo solo estaba de paso.

El silencio entre las notas

Bajo el reino del cálculo,  me reservo el valor de la mirada.  Rendido al rendimiento, acudo a la melodía de vivir,  sin peso,  ...