Las esencias son fantasmas disfrazados con harapos. Tantas son las capas que vestimos, que andamos encorvados por su peso. El amor o el odio, el aprecio o el desprecio, la humildad o la arrogancia, el orgullo o la vergüenza, a menudo sus ropas se intercambian en la cortesía creada para tolerarnos.
Rasguños en la armadura y sin embargo, las corazas que nos cubren no nos muestran, aunque tal vez ya no queramos encontrarnos y por eso nos perdamos buscando geometría, simetría en un pellejo e incluso juzgando su color, como en el fondo de un lienzo.
Tristes las entrañas que se extrañan, camufladas entre velos de apariencia, a sus ojos los despojos. Podrán cosquillear la periferia, como el tacto de una pluma en los pies, mas el prójimo es la utopía de alcanzarnos, como no íbamos a anhelarnos, si hasta a veces el amor hacemos, frotando nuestros cuerpos, sin rozar la belleza de la mente.
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