sábado, 9 de octubre de 2021

Nepal


Ruta: Sunauli - Pokhara - Annapurna Base Camp - Pokhara - Kathmandu - Everest Base Camp - Chitwan - Kathmandu - Kodari.

EL TERRADO DE SURAJ

Pokhara

Vista matutina del rango del Annapurna desde la azotea de la casa de Suraj. Os presento de izquierda a derecha, al Annapurna I (8091m, en segundo plano), al Hiunchuli (6441m) y al Machhapuchhre (6997m). Rara vez durante la estacion pre-monzónica el cielo descubre su velo de nubes para mostrar su más oculto y preciado tesoro. Asi que gracias por esta nueva ofrenda de la naturaleza. Se que también a mí me estabas esperando. Pronto me tendrás a tus pies.

NARBAHADUR

Kathmandú

Con todo ya preparado para el treeking de mañana hacia el Campo Base del Everest, he salido a callejear por el barrio de Thamel (Kathmandu) y preguntando por un bar donde sirvieran momos de búfalo a buen precio, carne por la que siento especial debilidad, he conocido a Narbahadur, un experto músico de sarangi (violín nepali) quien muy amablemente me ha guiado, ha compartido mesa conmigo y me ha hecho una demostración en exclusiva de su virtuosísmo en el manejo del instrumento. Toda una gozada y más aún por lo inesperado. Cuando salí de mi habitación, sin rumbo, como una hoja iba cayendo a merced del viento, dejando que éste me susurrara su canción al oído. Paul Theroux dijo que "el turista no sabe donde ha estado; el viajero no sabe adonde va". En mi opinión, una de las mayores virtudes de viajar radica precisamente en la imprevisibilidad con la que mientras se fluye van desencadenándose sucesivamente los acontecimientos. No seré yo quien imponga un dique a este trasvase de energía. Tanto disfrutó él tocando como yo escuchándole y por supuesto, ahora con vosotros, compartiéndolo.

EL LAMA DE GHAT 

Monasterio budista de Ghat (Solukhumbu).

Estaba yo haciendo un alto en el camino a Namche, para retratar las hermosas fachadas del recinto, cuando de pronto reparé en que un monje contemplaba apaciblemente el paisaje desde una ventana. Tras saludarle me hizo una seña guiándome hacia sus dependencias. La estancia estaba repleta de simbolismos que conferían misticismo al ambiente. Uno podía fácilmente contagiarse de la paz que allí se respiraba. Bastaba con observarle concentrado en el ritual de sus plegarias, inmerso en los hipnóticos mantras, para de algún modo convertirse, a través de él, en un intruso partícipe de sus sensaciones. De nuevo tanta belleza ante este humilde espectador, gozándola silente desde la cercana lejanía del respeto, con la debida cautela de tratar de no romper el hechizo, como quien teme que al caminar cruja la rama que rompa la armonía de la escena. Al término de la ceremonia, que ha concluido al recitar con cánticos la lectura de unos sagrados manuscritos, espontáneamente hemos mantenido una relajada charla, me ha bendecido y me ha obsequiado con un collar, que a modo de amuleto, según dice, me protegerá durante la adversidad del camino. De acorde al amplio abanico de emociones sentidas: desde la inspiradora calma y la admiración a la gratitud, sólo podria calificar esta experiencia como SENSACIONAL. 

ACARICIANDO EL FIRMAMENTO

27/06/2014- Vista del Mt. Everest (8848m) desde Kalapathar (5550m).

Heme aquí frente al techo del mundo, ¿Acaso también el de mis aspiraciones? Probablemente no, mientras todavía quede algún desafío con el que vibrar a través de la melódica voz interior, que aún aceptándome, no se conforma y desea que pueda seguir creciendo tan alto como estas majestuosas montañas. Ésta es la analogía de la superación que no deja de inspirarme: "He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio. Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí" Nietzsche. ¿Dónde está el límite? Como dijo el ultrafondista Joseph Ashjram: "No sé dónde está el límite, pero sí donde no está". De modo que para averiguarlo habrá que continuar explorando, tal como los externos, los vastos paisajes del ser, tan extensos, tan ilimitados como el universo. 

He aquí la culminación de 8 días de grato sacrificio. Mitigado por la belleza del entorno, he ascendido, en solitario, desde la profunda jungla, a las terrazas de arroz, los maizales y los campos de batata y trigo que, al margen del transporte, abastecen a la población autóctona, los bosques de bambú y pino de las medianas montañas y finalmente, los últimos pastos y matojos que alimentando a las manadas de yaks, van descubriendo la roca desnuda que conduce a los glaciares, que sirven de base a las más elevadas cumbres. En el transcurso, he percibido, por tanto, como al par que el paisaje iba despojándose de su manto vegetal, yo opuestamente iba añadiendo capas de ropa con las que protegerme del descenso térmico y dejándome arropar por la cálida hospitalidad sherpa. El esplendor cromático de una simple espiga de trigo (amarillo, rojo, verde, azul) me dejaba sin aliento, tanto como el esfuerzo o la falta de oxígeno. Tenía el corazón henchido de satisfacción por la plenitud de lo vivido y me sentía, pese a todas mis carencias, tan orgulloso de haberme convertido en mi anhelo, que doblegado por el yugo de mi felicidad, tenía la necesidad de vaciarme al compartirlo. Así que no hubiera podido ser más oportuna mi incorporación, en mi último día de treeking, a un nutrido grupo de almas afines con las que celebrar este triunfo compartido. Ya lo dijo Saint Exhupery "Haz que construyan una torre y se harán hermanos", pues nada une más que un proyecto en común. ¿Qué seríamos sin entregarnos?, lo que no es dado es perdido, pues como dijo Confucio "La virtud no habita en la soledad, necesariamente debe tener vecinos". No obstante, "la cima es sólo la mitad del camino" Ed Visteurs, así que gracias a vosotros, amigos, ahora podré descender ligero.

ME DÍ A LUZ

Kathmandú

Hace ya un año que partí del mar de esquelas que avanzaban la muerte en que vivía, desplegando las velas a la brisa del instante.

Un año en que entregándome al camino, en él hallé el bálsamo que curara mis heridas de antaño y aprendí que no hay daño que pueda mitigar la fuerza con que sueño y dueño me siento de mi destino. 

Un año en que me adentré en el túnel de la incertidumbre, con lumbre en la esperanza de la luz que iba a inundarme al otro lado. 

Y así fue como a ciegas me encontré y yo fui el resplandor que dió sentido a cada paso. Soldado raso fui cargando con el lastre de mis miedos. Ahora vuelo como un comandante surcando los cielos de mi alma insondable. 

Un año hace, desde que en el lodo a todo renuncié, para ganarlo todo y pisar la tierra firme de los sueños que se hicieron verdad. 

Un año ya, desde que yo mismo me di a luz.  
Más allá de la ambición queda el sentimiento. Hoy celebro el nacimiento de quién siempre quise ser. 



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