sábado, 9 de octubre de 2021

Turquía


Ruta: Ipsala - Istanbul - Bolu - Lago Abant - Ankara - Goreme (Capadocia) - Erciyes - Kayseri - Sivas - Erzincan - Erzurum - Posof.

MEMORIAS DE ESTAMBUL

Cuando entré por primera vez en la ciudad, escribí sobre la fama que ostenta de ser una de las más bellas del mundo. Pues bien, ahora 5 días después, tras haberla explorado a fondo, discrepo con conocimiento de causa y matizo. Cuando hablo de un conjunto, evito que una parte lo defina. Si me limito a valorar la cara de la ciudad que han lavado para venderle una postal a mi memoria, puedo describir con la fascinación previsible la sublime belleza de las zonas ajardinadas que incluyen los obeliscos de Teodosio y Constantino del que fuera el antiguo Hipódromo de Constantinopla, en el turistico barrio de Sultanahmet y que conectan la Mezquita Azul (Blue Mosque, Sultanahmet Camii) con la de Santa Sofía (Aya Sofia), antigua iglesia Cristiana convertida en mezquita por el Imperio Otomano y ubicada enfrente a unos 150m. La Mezquita Azul, única en Turquia con 6 minaretes, es para mí sin duda, la más hermosa de las que he visto hasta ahora, tanto a la luz del sol como iluminada por los nocturnos focos. Por su parte, Santa Sofía, cuarta edificación religiosa con un area cubierta más grande del mundo, tampoco deja indiferente, no sólo por las dimensiones sino también por su elegante diseño. 
 Siguiendo en la misma tónica, a continuación, a una corta distancia también pude disfrutar de un agradable paseo por el bonito Parque de Gulhane, bien cuidado y que sorprende por sus originales detalles, tales como papeleras de piedra en forma de animal o persona, además de una gran columna frente al Palacio de Topkapi y un restaurante- mirador con vistas privilegiadas al Bósforo. Tambien podría destacar el precioso interior de la Mezquita Nueva en Eminonu, donde me descalcé para presenciar una oración musulmana, la Mezquita de Suleyman ("El Magnífico") tan magnífica como él, la panorámica global desde lo alto de la Torre de Galata o el relajante baño turco en el célebre Celembitas Hamam, donde absorto observé el ritual de lavado mutuo y posteriormente me tumbé boca arriba sobre un suelo de mármol caliente encarado hacia su bella cúpula.  
El único lugar turístico por excelencia que me defraudó fue el Gran Bazar, que en mi opinión no pasa de ser un mercadillo cualquiera, cuya decoración deja mucho que desear. Como comercio histórico, incluso preferí dentro de su sencillez, el Bazar de las Especias, cuya variedad de colores y sabores me cautivó. 
Pero no nos engañemos, Istanbul es mucho más que todo eso y en esta inmensa metrópolis, al margen de los excepcionales vestigios que se conservan de las 3 grandes civilizaciones que sucesivamente fueron instaurandose aquí (griega, romana bizantina y otomana) predominan edificaciones cutres e incluso barrios enteros sin ningún encanto, dejados de la mano de ese Dios al que claman puntualmente las plegarias cantadas desde los altavoces de los minaretes. Me refiero, concretamente, a las casuchas en mal estado y a la aglomeración de bloques de hormigón, cuyos ennegrecidos muros evidencian el elevado nivel de polución. 
Sinceramente, después de haber transitado paisajes remotos de incalculable belleza, me cuesta comprender el empeño de vivir hacinados, chapoteando en ciénagas contaminadas donde el precio de la vida encarece la economía doméstica, tanto como la salud física y mental. Se trata de una agresión sensorial en toda regla, desde el turbio aire que se respira, el ruido ensordecedor del tráfico y del bullicioso gentío, entre el cual falta incluso el mínimo espacio vital necesario para abrirse camino sin choques ni tropiezos, hasta la contaminación lumínica o la escasez natural confinada y reducida a minúsculos parques. Débiles pulmones, asfixiados e incapaces de abastecer el oxígeno suficiente. Según estudios científicos, se calcula que para absorber el dióxido de carbono que cuatro personas exudan al respirar, cocinar y calentarse se requiere más de una hectárea de monte o bosque. En el area metropolitana de Istanbul se estima q habitan unos 13,85 millones de personas, ¡así que echad cuentas!
Por otra parte, éste es también un continuo castigo moral, que a través de un inconsciente proceso adaptativo puede llegar a adormercer las más nobles virtudes. A mi entender, las ciudades deshumanizan, pqorque en ellas se ha llegado a normalizar la desgracia ajena hasta el punto de la más absoluta indiferencia. Aquí también niños hambrientos y tullidos tratan de sobrevivír sin recursos, resistiéndose por instinto a su invisibilidad. No obstante, a esas escenas cotidianas no les dan importancia alguna, ya que el dinero prima detrás de cada gesto de amabilidad, de cada sonrisa esbozada en el "gentil" acoso de pícaros mercaderes, ansiosos por rascar una lira más que reinvertir en las arcas de este omnipresente comercio, que te acecha incesantemente y es que así, uno no llega a distinguir el verdadero afecto cuando lo compra. En ausencia de interés economico, pocas son las personas que aquí me han tratado con consideración. Desgraciadamente, me he dado de bruces con una sociedad cerrada, recelosa y xenófoba, sobre todo en su incompetente ámbito burocrático, que he requerido para recibir nuevas transferencias. 12 bancos he necesitado para encontrar a alguien que hablara inglés y que sin apartarme con un gesto de desdén, se prestará a ayudarme cumpliendo su función y claro, pese a una gran tolerancia, uno tiene una paciencia limitada. Realmente, no me afecta el recelo discriminatorio con el que ponen de manifiesto su ignorancia, ya afortunadamente sé quien soy y no pretendo seducir a nadie, porque con los que quiero y quiénes pueden apreciarme mebasto. Lo que más me molesta es que su estúpida aversión o desinterés, les impida satisfacer mís demandas. Cómo resonaba entonces en mi cabeza la voz de Jim Morrison cantando el pegadizo estribillo de "People are strange"! : "People are strange, when you're stranger. Faces look ugly when you're alone" (La gente se hace extraña cuando eres un extranjero. Las caras se vean feas cuando estás sólo.)
Y es q paradójicamente, pocas veces me he sentido tan sólo como entre la abundante muchedumbre de la ciudad más poblada de Europa. ¿Qué tipo de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes?. He descubierto que ningún ejercicio de las piernas puede aproximar más a dos espíritus entre sí" (Henry David Thoureau) Realmente, no soy un eremita, me encanta la gente, compartir y conocer a las personas, sólo que detesto las multitudes, las estampidas de cuerpos q se cruzan sin interactuar. Creo que son un mal para el espíritu.
Ya estoy servido, ahora trataré de purificarme nuevamente en el mundo rural, a fin de recobrar la paz con la que aquí había llegado.

Actualmente, me encuentro a las afueras de Estambul, ya en Asia, camino de Ankara, tras haber cruzado el puente desde la mitad europea sobre el Bósforo. No ha sido fácil, el flujo constante de vehículos irrespetuosos me ha puesto en peligro en varias ocasiones después de sortear mi última traba burocrática. Tras cruzar todo el continente, en los metros finales del último puente, había una señal dándo la bienvenida a Asia con la que un inoportuno policía no me ha dejado retratarme, ni aún exponiéndole el motivo por el que ese simple rectángulo metálico podía ser tan especial para mí. De nuevo no se si m ha comprendido, no ha querido comprender o como parecía, simplemente no le importaba. El caso es que he lamentado prescindir de esa simbólica toma. 
Ahora mismo, estoy saturado y consciente de una propensa irascibilidad que debe ser aplacada. Por ello me he apartado de la manada, como un ciervo herido, hasta estar preparado para volver en sociedad. No vaya a ser que desate mi justificada ira al estilo de Michael Douglas en "Un dia de furia" ;) Tranquilos, es coña. Sé perfectamente, que son sólo momentos de enajenación, muy poco frecuentes en mí, debidos al estrés acumulado. Asi que me contento con el efecto sanador de esta terapia reflexiva. Recuerdo una anécdota de Mark Twain, quien siendo consciente de su exacerbada susceptibilidad, al sentirse ofendido escribía cartas mordaces contra sus supuestos enemigos, que posteriormente guardaba bajo llave en un cajón. A los 3 días decidía si debían ser enviadas o no. El resultado era que la mayoría eran destruidas. Mejor tomarse un tiempo para asimilar. "Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad." Nietzsche
Hoy quisiera que los sosos destellos de la red eléctrica que iluminan de noche la ciudad, me devolvieran la luz estelar que me robaron, aunque quizá en un futuro dada la capacidad de mi selectiva memoria para retener únicamente lo positivo, me complazca recordarlos. En fin, tal vez ahora sólo necesite... ¡distancia para procesar!

LA BELLEZA DE ALBAY

Avanos (Capadocia).

¡He aquí la belleza en estado puro! Albay, un ındıgente que me apadrıno en Avanos, para guıarme por toda su cıudad, llorando desconsoladamente porque me resıstí a cambıarle mıs zapatıllas rotas por los zapatos nuevos que recıentemente había podıdo conseguır. Eso tras haber entrado en pleno chaparrón en una tıenda de ropa para pedır unos calcetınes secos en su nombre, que luego me regalaría para reemplazar los míos empapados. Según parece, no podía soportar la ıdea de que el frío y la humedad me calaran por las grıetas del calzado, hasta el punto en que ıncluso prefería padecerlo él. Y es que "la solıdarıdad es la fuerza de la gente débıl" Hugo Ojettı y “mientras menos tenemos, más damos. Parece absurdo, pero ésta es la lógica del amor” Madre Teresa de Calcuta. Supongo porque quızás para comprender de veras la necesıdad, antes debemos haberla experımentado. Verle allí sentado, descalzo, olvıdando el problema que le supondría encontrar esa mısma noche algo que llevarse a la boca para velar por mı bıenestar, hace que su belleza me estremezca en una admıracıón que empequeñece mıs mayores logros, que reduce a sosura la hermosura de cualquıera de los paısajes que haya podıdo contemplar. Qué rıco hay que ser para poder renuncıar a todo por ofrecerlo. Que el descuıdado atuendo o la penurıa grabada en el muro surcado de su rostro no os dıstraıgan, porque resplandecıente es, como el oro ınterno de un sarcofago egıpcıo, la luz que encıerra el tejıdo de su castıgada pıel. Por ello, yo también como Gıbran, quıse bañarme en esa luz y aprendí a leer en los rostros, para ver a través de la urdıdumbre que mıs ojos van tejıendo y mırar la realıdad que está detrás del tejıdo. Fınalmente, gozando de esa renuncıa constructıva, yo necesıtaba olvıdar que estaba bajo mínımos, entregándole mı últıma barra de salamı y un gorro que le protegıera de la lluvıa, para como estrella fugaz, devolverle por ınstantes el reflejo de su propıa luz y así, poder sentır brevemente su grandeza.

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