sábado, 9 de octubre de 2021

Azerbayán


Ruta: Il Sixli - Agstafa - Baku.

En mis últimos dias de estancia en Tbilisi, una vez explorada la cultura georgiana, de primera mano, al convivir entre los propios nativos, empezaba a aquejar el devastador efecto de la rutina y la falta de emocion. En otras palabras, la vida que llevaba había dejado de inspirarme, y aún tratando de exprimir al maximo cualquier novedad, mi mente se asfixiaba suspirando por nuevos horizontes, pese a mantenerse ocupada en otras cuestiones prácticas como la paralela la aventura política, mucho menos estimulante, que por desgracia iba gestandose con demasiada lentitud. Las trabas burocráticas habían sido mayores de lo previsto, ya que además de requerir una reserva de hotel, nuestra llegada al consulado para la solicitud del visado coincidió con un periodo de festividad azerí, que como extensión de su territorio nacional, debían respetar, demorando en consecuencia los días hábiles necesarios para su obtención. No obstante, pacientemente aguardaba pese al desasosiego, como minero que atraviesa un oscura galería conociendo cual es la salida que lo bañará de luz, al haber comprobado por experiencia como en un futuro la trepidante aventura sería el bálsamo que me curaría. Ya dijo Alexander Lloyd que la aventura era la mejor manera de aprender a escribir. Las futuras experiencias de mi viaje serán las musas que motiven mi escritura, pues en mi ruta hacia la felicidad, tras algún que otro paréntesis de mutismo espiritual, las palabras surgirán de la necesidad de compartir cuanto veo y lo que me hace sentir. De cualquier modo, no me arrepiento del parón, pues al margen de la recuperacion física, la frenética sucesión de acontecimientos en mi vida de viajero, había terminado por saturar también el sentido de la belleza. Necesitaba distanciarme para asimilar lo vivido y al mismo tiempo darle cabida a una justa presencia en mi devenir. Cegado por tanto resplandor mis pupilas no admitían ya la luz de un nuevo sol, por hermoso que fuese. Por aquel entonces, seguir visitando me hubiera convertido en un simple coleccionista de lugares, que no imprimen en él su sello de hermosura. La vida es como el olfato, periodicamente exige un buen descanso, para poder seguir apreciando las fragancias que lo envuelven.

España, Francia, Suiza, Italia,Slovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Albania, Grecia, Turquia, Georgia y Azerbayan!!!!!!!!!!!!! 
El primer choque cultural a nuestra llegada a Azerbayan fue advertir como de repente habíamos dejado la invisibilidad y discreción al otro lado de la frontera. Enseguida, empezamos a contar cada encuentro por sonrisas y cierto aroma similar al que habiamos podido percibir en Turquia flotaba en el ambiente. Era el de la taza de té que a grito pelado de “Cay”, como en aquella pasada etapa, volvía a culminar su hospitalidad. Nos miramos y nos encogimos de hombros, diciendonos, ¿por qué no? Con el kilometraje de la etapa prácticamente cumplido, llegaba nuestra primera oportunidad de integrarnos con el pueblo azerí. Pese a las dificultades con el idioma, la cálida acogida, como la compota de grosella que debíamos agregar al té, se encargó en todo momento de endulzar el ambiente. Observándolos me di cuenta, de que su mirada más allá del recelo, desprendía una sincera curiosidad e incluso admiración. En Turquia únicamente había podido concebir esta ceremonia, desde la distante perspectiva de un huésped al habían convertido en una ocasión para la práctica de sus preceptos religiosos. Sin embargo, en ellos existía un profundo interés por nuestra historia, que reciprocamente generaba un maravilloso intercambio cultural. Reflexionando concluí que quizá el mestizaje con el substrato ruso propio de una ex república soviética, había dotado a los azeríes de una mentalidad más abierta y cosmopolita. A continuación, poco después de reanudar la marcha, casi inconscientemente la sobrecogedora belleza de una escena nos obligaría nuevamente a detenernos. Frente a nosotros, un anciano pastor reposando sobre un pequeño banco de madera custudiaba su rebaño entre los verdes pastos y la exhuberancia del florecimiento primaveral de los árboles de té plantados en su finca. Aún no puedo argumentar convincentemente como una escena tan común, pudo cautivar mi espíritu por completo. Supongo que “La belleza, como forma mas elevada del genio, por encima del arte, no necesita explicación” (Oscar Wilde) o que como afirmaba el periodista y viajero Javier Reverte : “La aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordiario la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos a tu hogar” Por lo que fuere, sentí la imperiosa necesidad de acercarme a conocer a tan entrañable personaje y como por arte de magia, inesperadamente el mismo hombre que nos había invitado a la taza de té, al observarnos acudió para facilitar el contacto. Como en el Alquimista de Cohelo, el universo volvía a conspirar en pro de la consecución de nuestro deseo. Aparcamos las bicis a la entrada de la finca, aproximándonos al anciano bajo la refrescante sombra proyectada por los árboles de té, junto a los que, como un buen presagio, alegres mariposas revoloteaban camuflándose entre los blanquecinos pétalos. El gentil anciano, al advertir nuestra presencia, inmediatamente se incorporó para saludarnos muy sonriente con un encaje de manos y un fraternal beso en la mejilla. Por un momento, lamenté haber podido turbar su paz, como quien espanta involuntariamente, al acercarse a contemplar, a la bandada de pájaros que lo maravillaba. No obstante, su felicidad parecía imperturbable y como pudimos comprobar, un intuido halo de energia positiva, en efecto, irradiaba a su alrededor. Su rostro como pocos expresaba sin palabras, una hermosa oda a la bondad. Dejamos que los vivos destellos del faro de su mirada nos guiaran hacia él, navegando sobre las olas del calmo mar de su comprensión dibujadas como arrugas en su ceño. Poco después, nos despedimos para reemprender la marcha, aunque todavía el hechizo se mantuvo. Al mismo tiempo, en contraste con el carácter de su gente, el paisaje azerí evolucionaba a través de largos llanos que se perdían en un lejano horizonte, hacia una creciente aridez, que de algún modo nos avanzaba ya la estapa kazaja. Paralelos al Gran Cáucaso nuestra carretera menguaba en su altitud, tal como sus montañas, en nuestro ligero descenso hacia la Costa del Caspio. Supongo que a pesar de la monotonía, debíamos agradecer que sus extenuantes puertos no llegaran a cruzarse en nuestro camino. Pocos fueron los elementos que amenizaron visualmente nuestro escenario, cuya prolongada uniformidad inducía a un estado casi de trance. Como excepción, de vez en cuando algún carruaje, rebaño de ovejas o caballo azerí aparecía entre los dispersos pueblos. Únicamente en Shirvan pudimos disfrutar de alguna variación, gracias a un pequeño lago junto a la localidad, en el fondo de un valle inscrito entre el contorno de unas suaves montañas redondeadas, cuyo tono ocre nos recordó a los Monegros . Aunque nos consta por la informacion adquirida que Azerbayan es un país de diversidad paisajistica que abarca desde las elevadas cumbres del Norte del Gran Caucaso, hasta sus 3 principales parques naturales: Altyaghach, Hirkan y Shadag (con frondosos bosques de variada flora y una fauna salvaje compuesta por numerosas especies autóctonas, tales como: el lobo gris, el zorro rojo, el oso pardo, el leopardo persa, el jabali, el chacal, el lince, el aguila real, el ciervo, el buitre egipcio, el buitre barbudo, el buho o la gacela, por solo citar algunas) en un viaje en bici se debe trazar un itinerario que equilibre los lugares destacados que se desean visitar con el kilometraje a recorrer. En este caso los puntos de interés estaban demasiado dispersos respecto a nuestro principal objetivo: la capital, Baku, por lo que pese a su insólita aridez, optamos por la ruta más directa. Sin embargo, por primera vez en mi viaje, pese a ser reacio a anular los sonidos que me envuelven, recurrí al uso de música por auriculares para lograr distraer mi mente del inexorable sopor. Así durante algún tiempo conseguí que el flujo melódico de la banda sonora de nuestra particular road movie pudiera transportarme a mi destino. Ésa era la tonica diurna, hasta que a cada atardecer nos afanábamos en hallar un buen lugar donde pernoctar. La primera noche, nuestros huesos fueron a parar a un albergue de Agstafa, en el que nos alojamos por un módico precio y tras una agradable tertulia con el personal, desde el telefono móvil de uno de ellos tuvimos el gusto de escuchar nuestro primer mugam (composicion poetico musical azerí reconocida por la UNESCO como patrimonio oral e intangible de la humanidad). La segunda, fue la compensación tras haber podido escabullirnos de un intento de extorsión por parte de un policía corrupto, que intentó sancionarnos con una falsa multa por haber circulado a pie arrastrando nuestras bicis por el arcén de una carretera nacional, debido a una fuerte racha de viento en contra. Fue patético, intentando regatear el importe, hasta que le hicimos saber que no teníamos dinero y que en todo caso, antes de abonar cualquier cantidad, debíamos consultar con nuestra embajada. Al escuchar esto último, reculó diciéndonos que nos fueramos y recordándonos con una perversa sonrisa que allí no había pasado nada. Deberían examinar a conciencia la moralidad de a quiénes concedan cierta “autoridad”. Afortunadamente, tras la de arena pronto llegaria la de cal y después de pedirle agua, un pastor en Semkir, nos invitó a cenar y a cobijarnos en su vivienda. Nuestro amable anfitrión, desinteresadamente se deshizo en atenciones, hasta asegurarse de nuestro bienestar. La clase de persona, que pese a la satisfaccion con que se basta al dar, uno desearia corresponder con lo major de sí. Como a menudo, la comunicación se atascaba por culpa de la barrera idiomatica, sugerí que jugaramos a un dominó que tenía para romper el hielo. Al terminar las partidas, unos amigos suyos se sumaron al petite comitté y Jordi oportunamente sacó su libreta de pictogramas reactivando el diálogo, hasta que plácidamente caímos en brazos de Morfeo. Al amanecer, a petición suya, les retratamos sobre nuestras bicicletas y nos despedimos de nuestro benefactor con un emotivo abrazo. Simbolismo que entonces interpreté como si nuestra marcha tal vez representara su propio anhelo de nuevos horizontes, al par que entre tanta trepidante aventura, una parte de mí también hubiera permanecido con ellos en el deseo de intercalar la serenidad de sus sedentarias vidas. En fin, vivir es elegir, elegir es renunciar. La clave es poder llegar a hacerlo con convicción y sin mirar atrás. Como dijo Robert Frost “Dos caminos divergian en el bosque amarillo y afligido desde la distancia, pues no podía recorrer ambos siendo un unico viajero, finalmente tome el menos transitado de los dos y eso… Eso a marcado toda la diferencia”. Somos el resultado de infinidad de previas elecciones. Todos los caminos conducen a nuestro propio ser, por lo que curiosamente , como apunto Nicolas de Bouvier “cuando uno cree hacer un viaje, en realidad, es el viaje quien lo hace a el”. 
 Las dos noches siguientes fueron de acampada. La primera de ellas tuvo lugar en Laki bajo un arbol junto a un corral vacío. Al despertar, pese a un temido reproche por nuestra ocupación, se nos presentó amistosamente un jinete que supusimos era el dueño de esa parcela. La próxima, sobre una inmensa explanada en Sigirli, llegaría tras un divertido encuentro con una pandilla de chavales azeríes con peculiares flequillos a lo Neron, montando bicicletas tuneadas con potentes bocinas y asientos de piel de oveja. Habíamos llegado sedientos e inquietos por la escasez de agua debido a la sequedad del terreno y decidimos acercamos a pedirles que nos indicaran donde llenar nuestros bidones. Oportunidad que aprovecharon para disparar su curiosidad, inspeccionando nuestras bicicletas de arriba a bajo y haciendo todo tipo de preguntas acerca de aquellos dispositivos que como la dinamo y el cargador de smartphone, consideraban más extraños. A continuación, nos cruzaríamos con otra pandilla más crecidita, que apretada en un destartalado automóvil escuchaba su musica a todo volumen. Probablemente, pensé, un futuro reflejo del primer grupo de niños, que pronto en un estereotipado proceso evolutivo, lamentablemente iban a aparcar sus bicis, para subirse al coche de alguno de ellos. Esta claro que no hay costumbres mas sanas, que las mas pueriles, por lo que mejor es no acallar jamas al niño que llevamos dentro. Su voz habla de lo que nos conviene. Como adultos, nos queda tanto por desaprender… y cada vez más!! Ya advirtio Maria Teresa de Calcuta, en su famosa oración, que los mejores maestros fueron siempre los niños. El niño cuenta con lo necesario para nuestra meta suprema: la búsqueda de la felicidad. Un corazón puro y confiado, propenso a la sorpresa y sin temores, dispuesto, valga la redundancia, a jugarse la vida en un juego.
En el que iba a ser nuestro penúltimo día en ruta a unos 20 km de alcanzar la orilla del Caspio, los brazos invisibles de Eolo volvían a contener el avance de nuestra pequeña tropa. Las alforjas, que como velas fueron con viento a favor, hacían pantalla convirtiéndose en un muro infranqueable. Asi que no quedó más remedio que apearse y cargar, hasta que casi como un espejismo, un camionero surgido de la nada de repente se ofreció a transportarnos. En aquella fase, estabamos verdaderamente hastiados ya de la homogeneidad del paisaje y sin disfrutar del trayecto, con el único aliciente de ir rebajando kilómetros, nuestro objetivo se había reducido a llegar cuanto antes a Baku. Por consiguiente, como caída del cielo, aquella invitación era mano de santo. Inmediatamente cargamos nuestras bicicletas en el camión y subimos junto a él a la cabina. Muy amablemente el conductor nos ofreció unos mendrugos de pan para saciar el hambre y con dificultades en la comunicación creimos haberle hecho entender que nos dirigiamos a Baku. Pese a nuestros reiterados intentos por esclarecerlo, el conductor intentaba explicarnos algo demasiado específico para poder expresarse con signos. Al parecer él no iba a llegar hasta la capital, tomando una bifurcación previa que nos dejaría en una población cercana. No obstante, manteniendo la incertidumbre, fuimos comprobando nuestro paradero con el GPS, confirmando como efectivamente íbamos aproximándonos a Baku. En realidad, tampoco estabamos muy preocupados pues en el peor de los casos, con mayor o menor esfuerzo, sabíamos que también podríamos cubrir la distancia que fuera por nuestros propios medios . Como dijo Amado Nervo “El pájaro trina aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas”. Providencialmente, el camión se detuvo en Musvuqabad, a escasos 23Km de Baku. En esta ocasión, el riesgo asumido había valido la pena. ¡Fue una jugada redonda! Nos habíamos ahorrado un día de trayecto indeseado, como pudimos comprobar por el apocalíptico y desolador paisaje, lo que nos permitía agilizar los trámites de obtención del visado kazajo y por si fuera poco, aún el día nos reservaba su plato fuerte. Recuerdo nuestra entrada a Baku al anochecer, como una ensoñación sacada de algún fantástico cuento. Como quien se adentra en un oasis tras haber atravesado un largo desierto, así admirabamos boquiabiertos la belleza de este paraíso artificial cuyas luces de todos los colores del espectro brillaban como luciérnagas en la oscuridad creciente. Por doquier: arquitectura vanguardista que bien ejemplificaria el Aliyev Merkasi, modernos rescacielos como las Flame Towers (edificio iluminado más destacado del mundo, cuyas llamas en movimiento representadas por una miriada de leds inflaman el firmamento nocturno de Baku), majestuosas plazas como Fountain Square, originales esculturas integradas con elegancia entre las abundantes zonas ajardinadas, amplias avenidas y boulevares atestados de tiendas de las más prestigiosas marcas, casco antiguo pulcro y restaurado compuesto principalmente por la Ciudad Amurallada (patrimonio de la humanidad reconocido por la UNESCO), la Torre de la Doncella y el Palacio de Shirvanshahs, … En definitiva, un universo de detalles por apreciar. Hasta ahora habia visto unicamente ciudades como Istambul, en que la belleza quedaba confinada en las zonas áas turísticas, que como dije pretendían venderle una postal a mi memoria, pero Baku, en cambio, era globalmente bonita, limpia,… impecable. Sin embargo, no puedo evitar que mi espíritu crítico, analice también el transfondo de tan deslumbrante hermosura. Azerbayan como habíamos podido constatar era un país bastante pobre en su conjunto, cuya economia doméstica en la mayor parte del territorio se basa en la agricultura y la ganadería. No obstante, su mayor riqueza, monopolizada por políticos y magnates, se esconde bajo los modestos frutos de la tierra. Se trata del petróleo que se exporta, cuyo beneficio ha creado en Baku el asentamiento de los caprichosos antojos urbanísticos que ilustran su opulencia. Una ambición sin límite, con miles de proyectos en construcción, que como presume el presidente azerí Aliyev, aspiran a convertir a Baku en la nueva Dubai. Un inadmisible despilfarro fuera de contexto, que pone de manifiesto la alarmante desigualdad social. Como en el film Elisium, han creado un fascinante mundo material en que soñar con escapar de la miseria. Un diamante en una vitrina entre el fango, que refleja la impotencia del miserable en la vanidad del sueño americano. Opino que en el consumismo propio de la globalizacion todos perdemos algo, pues la esencia de de cada cultura, es decir sus tradiciones ancestrales, se evapora bajo el sol de lo que llamamos progreso. Mi mayor temor, es que en un futuro, pierda el sentido el viajar, al uniformarse todo el territorio mundial. Los viajeros somos buscadores de sensaciones inciertas, nos motiva la diferencia, adentrarnos en lo desconocido. Viajamos para descubrir, para saborear el contraste. Esperemos que, con el paso de los años, la identidad de los pueblos sepa resistir a venderse por completo. 
En 3 días de estancia en Baku recibimos el visado de Kazajistan. A juzgar por el trato recibido por el cónsul, cuyos ojos medianamente rasgados nos anticipan ya el no tan lejano oriente, diría que en Kazajistan nos aguarda una etapa muy interesante. Sin dudad, un modelo de respetuosa amabilidad, que como tarjeta de presentación de un pais, debería inspirar al resto de consulados. 

Con todo listo habia llegado la hora de partir. Si bien he disfrutado mucho recorriendo las calles de esta hermosa ciudad, la visita ha durado lo justo como para no empezar a añorar la aventura y naturaleza que necesito para armonizar.

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