Como el nuevo brote encaramándose al cielo,
inicia su ascensión con anhelo.
Como hoja, flor o fruto de ese brote crecida,
que se nutre del árbol de la vida.
Así avanza el retoño hacia a su otoño.
La piel se pliega, el tiempo poda, el tiempo siega.
Madura la tersura su hermosura.
Al par que el espíritu, intacto, ajeno,
se niega a envejecer junto al cuerpo.
No entiende de edades ni dueños.
Libre e inmortal como los sueños,
no caerá sin más,
junto al fruto caduco en la muerte.
Pues este impás,
jamás alterará el rumbo de su suerte.
Seguirá migrando,
como golondrina al fin de la estación.
Seguirá fluyendo,
con una incontenible emoción.
Y la carne o fruta descompuesta,
abonará la tierra a la que pertenece.
Y esa tierra de vida al sol expuesta,
germinará el fruto que merece.
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