viernes, 16 de mayo de 2025

La raíz del porvenir

Nos dijeron que crecer era alejarse,
que el futuro estaba más allá,
en la cima, en la nube,
en esa velocidad que nos detiene.

Pero nadie preguntó si aún sentíamos
nuestro descalzo caminar.

Nos llamaron retrógrados por mirar la tierra,
por escuchar el silencio,
por sembrar sin prisa,
por compartir sin códigos QR.

Y sin embargo,
hay una revolución en volver;
no como retroceso involutivo,
sino como un sagrado retorno
a lo esencial:
el pan, el tacto, el asombro.

El progreso, el auténtico,
no es dirigirse al abismo
con los ojos vendados de píxeles,
sino detenerse a tiempo
y preguntarse:
¿qué hemos olvidado en nombre del mañana?

Volver a los orígenes
no es repetir el pasado,
sino rescatar en él las ascuas de lo humano,
y ¡descapitalizar el alma!

La mirada sin cálculo,
la palabra sin venta,
el tiempo sin medida:
la raíz del porvenir.

Qué osadía,
sobrevivir a los golosos dígitos,
como si la vida importara todavía. 

domingo, 4 de mayo de 2025

Rezo del Ateo (R. Lechowski)

ORO EN LA IGLESIA (Capitulo VIII La Madre - Gorki)

En las ciudades se alzaban templos abarrotados de oro y plata, que no eran necesarios a Dios, mientras en los atrios tiritaban los mendigos, esperando en vano que alguien depositara una monedita de cobre en su mano. Aquello lo había visto también antes: opulentas iglesias, casullas sacerdotales bordadas en oro, los tugurios de la gente pobre y sus ignominiosos harapos; pero entonces le había parecido natural, mientras que ahora lo consideraba como inadmisible e insultante para los pobres, para quienes la iglesia, bien lo sabía ella, estaba más cerca y era más necesaria que para los ricos. Por los cuadros que representaban a Cristo y por los relatos acerca de él, ella sabía que era amigo de los pobres, que se vestía con sencillez y, sin embargo, en las iglesias adonde acudían los menesterosos en busca de consuelo, le veía aprisionado entre el insolente oro y sedas que susurraban con desdeñoso frufrú a la vista de la miseria, e involuntariamente, las palabras de Ribin le venían a la memoria: ¡Nos han engañado hasta con Dios!

El silencio entre las notas

Bajo el reino del cálculo,  me reservo el valor de la mirada.  Rendido al rendimiento, acudo a la melodía de vivir,  sin peso,  ...