El individuo no debe imitar al grupo sin poder reconocerse en él. Esa discreción es tan terrible, que incluso el camaleón se escama.
Se sabe que, en ocasiones, el precio de la aceptación es alto. Sufre quién finge una grata impostura, como llora Garrick en cada carcajada y ese llanto es un río que lo arrastra
Cuando uno se entrega al remolino.
Cuando uno pierde el rumbo en la corriente.
Cuando uno comienza a disolverse y las fauces del conjunto lo devoran.
Cuando uno está en juego,
debe cotejar su complacencia.
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