Descubrí en los viejos caminos de siempre un atisbo de esperanza y la rutina dejo de ser peyorativa.
Comprendí que hay un mundo oculto en la mirada. Que la interpretación es el cambio de cuánto permanece, aunque finalmente todo se transforma.
Son tan ambiguas las lecturas, que la consciencia es una vista educada por la mente, como un carrete que sólo cierta lucidez revela.
No me guarden rencor.
¡Qué pacientes son las señas ignoradas!
Tan dispuestas, como expuestas a la indiferencia.
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