Hoy la televisión, la radio y las redes, se aplican como gas mostaza, asfixiando a la belleza, propagando sus memeces para anestesiar la conciencia crítica.
El humor, pobre huérfano, la risa está de luto.
Ya no es concebido como un instrumento subversivo con que desenmascarar al poder y sus vergüenzas, sino como un mero cómplice de su frivolidad. De tan negro, murió su dignidad carbonizada.
En la gran pantalla, el terror y la violencia en auge sirviendo al entretenimiento, como si no nos bastaran en realidad.
El sensacionalismo alimentando las tragedias, incluso desde la ficción, en un sadismo cobarde y contenido. Su fuente de inspiración, en la oportunidad de desatar los bajos instintos de un modo aparentemente inofensivo. Pues en el subconsciente queda siempre el poso de lo consumido hasta que en última instancia, como sucede en las células, uno se acaba convirtiendo en su alimento. ¡Hay que tener estómago!
El infantilismo que según Chomsky opera como estrategia de manipulación del estado. Presente en cada anuncio, en cada chiste.
El culto al cuerpo. ¡El culto al cuerpo inculto! Los mitos plastificados que esculpen el vacío. Pigmaliones como Narciso enamorado ante su espejo. Nosotros los encumbramos más allá del mérito.
Las superficies desgastadas, el núcleo intacto, aún por descubrir.
La crítica de "pseudointelectualismo" como escudo a la ignorancia, en una fobia cognitiva que justifica su renuncia al conocimiento.
Aviso a los distribuidores:
"lo propio espera, expresenlo, expresen𝐒𝐄".
(Aún sigo deseando conocerles).
Percíbelo, cuesta respirar, mientras se enturbia el aire alrededor, tejiéndose con tantas cortinas de humo como para nublar la mente.
Todo se reduce a una elección:
Darle caña al circo romano o como dijo Quintero: "sólo bello y útil."
Que no cuenten conmigo, ya no es por la audiencia, sino por convicción.
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