¿Qué fue de nosotros?
Somos la postal retocada, la hueca imagen de un selfie o la instantánea sin instante, la presente ausencia, la quimera con que nos vendemos en la soledad del mercado o en el mercado de la soledad.
Desde mi pequeño bote rara vez escucho alguna gota de esencia repicar en el charco virtual, ¿qué fue de aquellos que solían navegar en el alma?
La suplantación de la vida fue un naufragio en tierra firme. Anuncio al escaparatismo cómo el ismo que conduce al aislamiento.
Habitamos dos mundos a la par: el mundo como fondo de pantalla y el albor de un mundo oculto tras los flashes de la superficie.
Deberíamos retomar los focos de atención de una mirada primigenia, es decir volver a contemplar como la primera vez.
Enterrada bajo la piel de una deslumbrante utopía yace el alma cautiva, confinada en el oscuro desván del olvido y en esa dualidad, nos mostramos como querubines simulando el paraíso, aunque al parecer, las galerías del parecer no exhiben cómo los muros dérmicos nos cercan a solas. ¡Nostalgia de ser!
Pues avalando a la mueca, también los ojos sonríen.
Por ello, en época del coloreado gris del desencanto, permíteme dudar de la promesa incierta del mañana, del brillo, réplica de Duchenne.
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