jueves, 7 de octubre de 2021

Letargo

Avanzo como estatua en el hielo. Me deslizo estático por los glaciares de mi pereza en un congelado tiempo. 

Vivo en el eje de una rueda que rota sobre sí misma, desgastándose, soportándose en el radio, consumiendo los días como el espacio que surca sin sentirlo. 

¡Cuánto duele, cuando la manecilla que hurta tu tiempo, se adelanta, alejándote victoriosa de ese motín sin retorno! ¡Cuánto aflige el no poder alcanzarla!

No obstante, anclado en un mar de dudas, aún sigo ignorando el paradero del puerto deseado. Perdido en la maleza, sin brújula. Apabullado por el ritmo frenético de la realidad, divisando desde mi caverna, un acelerado panorama de sobresaltos. Sumido en el taciturno letargo de los días, en el fatigoso insomnio de las noches. Desertor del sueño me debato en la vigilia de la decepción. 

¿Cuándo sonará el despertador del alma? ¿Cuándo si aún no ha sido programado a la hora señalada? ¿Cuándo?, si mi vida es músculo entumecido que precisa descontracturarse. ¿Cuándo?, si a pesar que siendo el acto la única semilla que produce, debo actuar con cautela, evitando que el menor movimiento, propicie el alud que me sepulte. 

¿Por qué no ahora mismo? 
Ahora que la experiencia me indica la omnipresencia del riesgo. Ahora que como espectador hastiado por el aburrimiento, me decido a abandonar la butaca en que me alojo, corriendo el telón para interpretar mi propio rol. 

Cualquier movimiento es esperanzador. 
Cualquier cambio, ¡aire fresco! 

Más allá del fracaso conocido, se abren las compuertas de la presa y el agua estancada vuelve a fluir, bañando con arroyos los sedientos bosques, creando nuevos caminos.

Apuesto porque melifiquen la amargura que me impregna en esta incómoda calma. Pues pese a disponer de un descanso ilimitado, no soy faquir levitando, sino magullado mártir sobre lecho de agujas.

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