Una vez, ojeando un periódico, leí el titular: "Murió nadie en alguna parte" que abría, cruda y sin eufemismos, la crónica de sucesos.
"Llevaba semanas muerto, aunque hace poco que hallaron su cuerpo sin vida, retorciéndose entre sus propias heces"- detallaba el artículo.
Por Diógenes conocen al síndrome- pensé. ¡Qué cinismo! ¡Si el cínico levantara la cabeza!, cuando un tonel le bastaba para tener el mundo a sus pies.
Y hoy, frente al espejo, recuerdo a aquel nadie que nadando en la abundancia habitaba en algún remoto rincón del olvido.
Recuerdo que la falta de espacio es un desahucio en el alma.
Recuerdo que cuando el vacío se acumula, hasta la basura le consuela.
Recuerdo el vacuo horror del vacío mal colmado,
que la disponibilidad es un don
y que también nosotros, piel adentro, debemos limpiar nuestra estancia.
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