martes, 4 de enero de 2022

Grecia

 

Ruta: Kristallopigi - Kastoria - Kalambaka (Meteora) - Atenas - Santorini - Litochoro - Monte Olimpo (Mytikas) - Salónica - Kavala - Alexandrópolis.

LA BELLEZA ME DETIENE

Me encuentro a sólo 16 Km para los Monasterios de Meteora (Kalampaka, Grecia). Desde que tuve conocimiento de este lugar, siempre he soñado con visitarlo. Estoy a un paso y sin embargo contra más me aproximo, menos avanzo, la belleza me detiene. Tan cerca, pero al mismo tiempo, tan lejos de lo que me ocupa. Debería estar ansioso, estoy a punto de conquistar un sueño y sin embargo, no tengo prisa alguna. Cada pedalada ofrece una perspectiva asombrosa, digna de ser contemplada. El presente me sacia hasta tal punto, que he olvidado cuál era mi destino, porqué si en el fondo éste era la belleza, ya ha sido alcanzado con creces.


MONTE OLIMPO

Eran las 17:30h cuando Andreu entró por las puertas de la estación, puntual como un reloj suizo. La alegría de volver a reunirnos, después de todo lo vivido desde mi partida, fue inmensa. Para entonces yo ya tenía todo preparado y tras cargarlo en su coche alquilado, enseguida nos pusimos manos a la obra. Pasando por Litochoro, nos dirigimos hacia Prionia, lugar de entrada al Parque Natural del Monte Olímpo, a unos 16 Km de allí, donde la caseta de un bar restaurante y unos mapas de la región marcaban el punto final destinado al aparcamiento de vehículos. El trayecto fue cómodo, aunque mientras ascendíamos por el puerto asfaltado de montaña, tuvimos que atravesar eventualmente algunos tramos invadidos por rocas provenientes de los desprendimientos y finas capas de nieve que fueron escarchándose a nuestro paso. Al llegar ya había oscurecido por completo, lo que resaltaba la belleza estelar de un cielo particularmente pecoso y despejado, que auguraba un buen clima durante nuestra futura ascensión. Inmediatamente, tras colocar las pertinentes piedras de seguridad en cada rueda, la marcha correspondiente para prevenir la caída del coche y preparar el equipaje con lo indispensable, iniciamos nuestra aproximación a la cima, con objeto de despertar ya a 2100m de altitud en el Refugio Agapitos Spilios y así poder atacar la cumbre al día siguiente, antes de la llegada del primer frente meteorológico que se esperaba en dos días y que con toda probabilidad iba a bloquear nuestro ascenso. Dicho y hecho, 3 horas en que nos abrimos camino con la luz del frontal, agudizando los sentidos para intuir un desdibujado sendero señalizado periódicamente por pequeñas balizas con el itinerario E4 (destino Mytikas), fue el tiempo necesario para alcanzar nuestra primera escala. Solo llegar, pudimos comprobar que lamentablemente todas las puertas y ventanas de las diferentes edificaciones del refugio permanecían cerradas a cal y canto por férreos candados y ni siquiera habían procurado el acceso a una habitación para posibles emergencias. Sin embargo, al menos la superficie plana de su base permitía acampar sobre la misma nieve y una chimenea habilitada para encender fuego con una buena pila de leños a su vera, ofrecía la posibilidad de caldearse, aunque esa primera noche prescindiríamos del servicio. La caminata nocturna nos había abierto el apetito y la entrada en la madrugada traía consigo el sueño que se manifestaba ya con frecuentes bostezos. Fue un pulso entre el sueño y el hambre y aunque de buen grado, me hubiera abandonado en mi saco, tras haber montado la tienda, en previsión a la demanda energética requerida, preparamos un buen plato de pasta para cenar. Con todas las necesidades básicas cubiertas, por fin llegó el merecido descanso y el sueño, aunque escaso, fue reparador. Al día siguiente, la alarma del despertador de Andreu nos puso en pie justo a tiempo para presenciar un espectacular amanecer, enmarcado en forma de uve por la silueta de dos laderas montañosas entre las que se abrían vistas que abarcaban hasta Litochoro y su costa. Quizá nos entretuvimos demasiado en el desayuno, la puesta de polainas, botas y crampones. El caso es que iniciamos nuestra jornada con cierto retraso, dejando la tienda montada y algo de material en el que se había establecido como nuestro campamento base. A medida que nos íbamos desperezando, fuimos encontrando nuestro ritmo, cómodo y constante, progresando al igual que el sol, en nuestra linea ascendiente. La nieve se hallaba en condiciones ideales y la vegetación, mayoritariamente de pino negro y abeto, iba desapareciendo paulatinamente tal como el refugio en la lejanía. Cierta linea de huellas, aún frescas, indicaban la reciente marcha de unos montañeros que probablemente, el fin de semana anterior habían transitado ese mismo recorrido y junto con las frecuentes balizas del itinerario E4 facilitaban enormemente nuestra correcta orientación. No obstante, la propia orografía ofrecía ya de por si bastantes trabas, transcurriendo por neveros y empinadas palas cuyos árboles inclinados delataban haber sido barridos por aludes con anterioridad. La belleza del paisaje mitigaba el esfuerzo, cuando de pronto una manada de ciervos irrumpió en la escena para acabar de extasiar nuestras pupilas, que almacenan los indelebles recuerdos de todo aquello que el rezagado objetivo de nuestra cámara fotográfica no estuvo a tiempo de inmortalizar. Fueron como estrellas fugaces brincando por la pendiente como cielo, dejando su estela sobre el firmamento nevado, recorriendo en apenas segundos, con la gracia de su innata agilidad, lo que a nosotros nos hubiera llevado horas. Fue una gozada contemplar en su carrera, la destreza de una especie completamente adaptada a un medio tan hostil, delatando nuestra torpeza y vulnerabilidad humanas. Un poco más arriba, me saqué un guante para ganar el tacto que precisaba para usar la cámara, ya que quería retratar una hermosa arista e impotente vi como éste resbalaba engullido por las fauces del abismo. El precio a pagar fue alto, no habían pasado ni 20 minutos cuando la mano expuesta, pese a que iba resguardándola en el bolsillo del plumón, empezó a amoratarse por congelación y el dolor que conllevaba se hacía bastante insoportable. En esos momentos estábamos a -8 grados bajo 0 y Andreu en un generoso acto de compañerismo me ofreció la cavidad de su axila para que introdujera la mano a fin de calentarla lo suficiente. El remedio fue mano de Santo, ya que al poco rato de nuevo volví a recobrar la sensibilidad y el dolor poco a poco remitió. Pasado el trance, proseguimos la marcha, alcanzando la cumbre del pico Skalas (2866m) a una cota en que la vegetación ya no se atreve a enraizarse. Pese a su estéril composición, la roca y la nieve, mutando su morfología mediante el contacto directo con los bruscos cambios meteorológicos debidos a su exposición, hacían que el paisaje cobrara vida propia. Ese punto era un balcón privilegiado de la cumbre del Myticas, a tan sólo 50 m menos de altitud e incluso podía apreciarse desde allí, la bandera metálica que lo corona. Según la mitología griega nunca antes habíamos estado tan cerca de los Dioses y las vistas al trono de Zeus realmente hubiesen sido motivación suficiente como para culminar sino fuera porque el devenir de los acontecimientos indicó que éste, como Fumanchú en su castillo, había minado de trampas mortales el tramo final para aquellos osados dispuestos a compartir su trono. Con el objetivo a la vista, tan cerca y a la vez tan lejos por su dificultad técnica, por el falso suelo de nieve cubriendo la roca, empezamos a descender por la arista que nos iba a conducir a la diagonal llamada Kakoslala, literalmente traducida del griego como "pasos falsos", que conectaba directamente con la cima. A mitad de arista, con terreno totalmente expuesto a sendos abismos uno a cada lado, un círculo rojo señalizaba una plaqueta que daba opción a pasar la cuerda de 20 m que Andreu portaba en su mochila para iniciar un rápel que garantizara sortear el paso con seguridad. La situación era tensa y pese al miedo, había que mantener la concentración, pues un simple resbalón implicaba una muerte inminente. El nivel de peligrosidad excedía, para mí, todo lo experimentado con anterioridad y el dilema existencial era más latente que nunca: continuar llevado por el ansia y la ambición o retroceder por prudencia y respeto a la propia vida. Mientras nos colocábamos los arneses para avanzar con cautela algunos pasos más, comenzó a nevar y Eolo sopló lo bastante enfurecido como para resolver la incógnita. El frente que se esperaba para el día siguiente había llegado con anticipación, esfumando cualquier posibilidad de éxito, por lo que ya inequívocamente no hubo más remedio que retroceder. Aún así, la satisfacción era máxima, sin duda, habíamos llegado lo más lejos posible, también dentro del umbral de la sensatez. Nada podíamos reprocharnos, lo habíamos dado todo.

Nuestra fragilidad siempre estará merced de los elementos y sólo podremos adentrarnos en las majestuosas montañas, con su consentimiento. Esta comprensión hace que acepte esta dulce derrota con imparcialidad. De regreso al refugio, descendimos sobre nuestros pasos mientras la temperatura ascendía considerablemente, permitiendo detenernos en improvisados miradores, para saborear y retratar la escena. Al llegar, el agua escaseaba y aún hacia algo de frio, por lo que decidimos encender un fuego para fundir nieve que nos diera agua y nos hiciera entrar en calor, matando así dos pájaros de un tiro. La tarea fue ardua, ya que la humedad de los troncos exigió la búsqueda de ramas resinosas que avivaran las primeras chispas con su inflamabilidad, aunque finalmente se pudo conseguir. Un placer volver a beneficiarse de la hipnótica danza de las llamas. Finalmente, plácida noche en la tienda y descenso a Prionia, esta vez hundiéndonos sobre la blanda nieve recientemente acumulada que había borrado nuestras huellas. Por último, a falta de un lugar donde hospedarnos, se me ocurrió aprovechar que debíamos recoger las alforjas y la bici guardadas en un cuartito de la estación de tren de Litochoro, para pedirle a Demetris el sustituto de Kostas, que por favor nos dejará ocupar el cuarto una vez más. Afortunadamente, accedió encantado y además nos obsequió con unas porciones de empanadilla casera que había cocinado su madre. De nuevo, volví a agradecerle su amabilidad. Pasamos una tarde relajada, preparando el equipaje y desmontando la bici para que cupiese en el coche. Al despertar, nos despedimos de Demetris y emprendimos rumbo a Tesalónica. Una vez allí, nos encargamos de localizar un hostal barato donde instalarme y me despedí de Andreu, que tenía el tiempo justo para devolver el vehículo y tomar su vuelo.


DESPEDIDA DE GRECIA

15km para Alexandroupoli. A tan sólo un día para cruzar la frontera, el sueño turco queda ya a la vuelta de la esquina. Honda es la impronta griega, para siempre quedan ya los gratos recuerdos de la hospitalidad de su gente, su exquisita gastronomía, sus asombrosos vestigios históricos y su espléndida variedad paisajística. Encantado de haber podido impregnarme de su esencia, aquí no descarto regresar.


PORTO LAGOS- CARRETERA EGNATIA ODOS

Amanecer a orillas del Lago Vistonidas, tierra de nadie, un lugar verdaderamente inhóspito. Paraíso ornitológico de patos, cisnes, garzas y demás especies de ave chapoteando en las charcas. También de bandadas de gaviotas dibujando un collage de figuras en el cielo. Paradójicamente, dejando atrás la abundancia de agua de la zona, he tenido que recorrer los 35km que me separaban de la localidad de Komotini para poder aplacar mi sed y llenar los bidones en el grifo de una gasolinera cerrada por la festividad de Año Nuevo. Finalmente, he decidido acortar la etapa prevista, 10km antes de la llegada a Alexandroupoli, para garantizar la acampada.


KAVALA- PORTO LAGOS

Paisaje monótono y árido, muy poco tránsito.


ASPROVALTA- KAVALA

El paisaje se torna cada vez más árido y abundan las iglesias ortodoxas de distintos tamaños, incluso miniaturizadas en maqueta. Desde su interior pueden escucharse las plegarias cantadas que resuenan por los alrededores desde primera hora de la mañana, y que junto con la luz del alba me han servido como despertador.

Al llegar a Kavala, ya había oscurecido, por lo que la ciudad permanecía iluminada artificialmente distinguiendo el contorno de la colina que ocupa y creando unos bellos reflejos sobre las mansas aguas del puerto. Después de cruzar la zona portuaria, me adentrado en el casco histórico para explorar su riqueza arquitectónica. A destacar el acueducto de Soliman el Magnifico (símbolo de la ciudad), la escultura de un león a sus pies y el Castillo Veneciano que corona la colina de Panagia. Al terminar la visita, ya se había hecho tarde y aún no había resuelto el hospedaje, por lo que me apresuré a distanciarme de la urbe para encontrar algún lugar adecuado para acampar a las afueras. Justo al abandonar Kavala, desde la lejanía, la ciudad me obsequió con una espectacular panorámica de todo su conjunto, incluyendo el acueducto y el Castillo iluminados a orillas del mar. Fue la guinda del pastel y tanto me fascinó, que procuré mantener esa perspectiva al orientar mi tienda, para poder seguir disfrutándola a mi antojo durante el resto de la noche.


TESALÓNICA- ASPROVALTA

Voy encontrando mi ritmo en la monotonía de los grandes llanos. El paisaje transcurre en primera estancia entre viveros, después un tramo boscoso y por último costero. Como dato anecdótico, destacar la proliferación de sapos muertos en la carretera como consecuencia de la proximidad de las charcas y lagos.


LAMIA- AMFIKLIA

Tenía dos opciones, seguir un itinerario por la costa con 20km extra o adentrarme por las montañas del interior con un mayor desnivel. ¿Adivinais cual ha sido el escogido?

Qué le voy a hacer si la cabra tira al monte y yo, un poco, estoy como una cabra. Así ha sido como partiendo desde el nivel del mar, un puerto de unos 20km me ha llevado hasta las cumbres nevadas del Parnaso. A medida que iba ascendiendo. Nuevas capas de paisaje se añadían a una panorámica que abarcaba hasta el mar y progresivamente, la nieve y el hielo iban invadiendo la carretera, hasta llegar a cubrirla por completo. Durante varias horas he transitado a solas esta carretera desértica. ¡Cómo añoraba esa sensación de aislamiento en compañía de la inmensidad natural! El sentimiento de fusión ha sido tan íntimo que me ha evocado el hermoso haiku de Li po "Nos sentamos juntos la montaña y yo, hasta que solo queda la montaña" Es difícil escuchar la propia voz interior con tanta nitidez. Solo el sonido agitado de mi respiración entrecortada e incluso la propia percepción del pulso alteraban un silencio impenetrable. Uno puede despojarse del pensamiento y entregarse a las sensaciones del cuerpo, en un estado de meditación activa.

Que emocionante es recorrer los últimos metros en ascenso de un fatigoso puerto, hacía ese punto de inflexión, entre el esfuerzo y el alivio donde parece que la carretera desaparece y uno ya puede dejarse caer por la pendiente, para gozar con la máxima libertad de esa dejadez conquistada. Tras el correspondiente descenso por la otra vertiente, he llegado a Amfiklia, lugar donde voy a pernoctar.


SANTORINI

Acabo de visitar Santorini, un paraiso volcánico, ubicado en una pequeña isla del archipiélago de Thira, a orillas el Egeo, a unos 300km del puerto de Pyreos (Atenas), que debe su forma actual a la explosión de su caldera, actualmente sumergida. Tras desembarcar en el puerto de Athinios sobre las 6h de la madrugada, he entrado en una cafetería esperando que el día empezara a clarear y allí he conocido a un señor muy interesante, procedente de Thirasia (un islote próximo a Santorini, por la parte de Oia) con el que hemos debatido, como en la antigua bohemia, desgranando algunos de los aspectos más esenciales de la vida. Después de despedirme, he ascendido una montaña volcánica por el escarpado puerto que la iba seccionando hasta culminarla. Partiendo de allí, he cruzado la isla pasando por las 3 principales poblaciones: Pyrgos, Thira (capital de la isla) y Oia, desde donde he podido contemplar la que es considerada la puesta de sol más bella del mundo.

En Pyrgos, un precioso pastor alemán me ha guiado por el laberinto de callejas hasta un castillo empedrado en lo más alto, entre juegos, lametazos y demás muestras de cariño. Posteriormente, me he dirigido a Thira, la capital, que aún conservando cierto encanto, al haber incluido edificaciones modernas que no respetan la linea tradicional, a mi parecer no está al nivel estético de los pequeños pueblos. Finalmente, he salido de Thira, rumbo a Oia, atravesando un sendero lleno de contrastes: las diversas tonalidades de lava (beige, amarillo, naranja, rojo, rosa y negro) combinadas con los verdes prados de los valles, el intenso azul marino y las pulcras fachadas pintadas escrupulosamente con los colores de la bandera nacional, es decir blanco con franjas de azul celeste, sobre las que destacan las cúpulas redondeadas de las iglesias ortodoxas. Para postre, mi llegada a Oia se produjo en el momento más oportuno, justo cuando el cielo me daba la bienvenida con la explosión cromática de las luces del crepúsculo, que según sus múltiples fases iban tiñendo con su cambiante reflejo las blancas fachadas, como focos proyectados sobre la pantalla de un cine. El espectáculo estaba servido, me quedé completamente absorto, estremecido ante la belleza de la escena. Con conocimiento de causa, puedo corroborar que su fama está justificada. En mi humilde opinión, Hitchcock estaba equivocado, la más hermosa puesta de sol no se da lugar en Zadar. Yo también estuve allí y puedo comparar. Aunque es absurdo establecer rankings sobre algo tan subjetivo como la belleza, realmente en esta región la naturaleza ha sido generosa al derrocharla.

Al caer la noche, muy cerca, encontré un lugar ideal para acampar, acolchado sobre la mullida hierba de un apartado prado. Al alba, he emprendido el regreso por la misma ruta, con la tranquilidad que me daba el amplio margen de la hora de partida de mi ferry (19h).

En resumen, ésta es la isla, sino uno de los lugares más bellos, que hasta ahora he tenido el placer de visitar. Su serenidad paisajística me ha producido, como el mejor de bálsamos, la calma que necesitaba. Después de mucho trasiego, ahora me siento centrado y en paz, preparado para saborear lo que venga.


GASTRONOMÍA GRIEGA

El café griego, un gran hallazgo en mi paralelo viaje gastronómico. Nunca me gustó el café y sin embargo, cada día procuro tomarme un par de tazas de esta deliciosa infusión de refinado sabor, servido siempre junto a un vaso de agua, para a su fin, aclarar la garganta y aliviar la sed. Según los expertos es bastante similar al turco, aunque aún no puedo comparar. Dentro de poco os digo. Además he podido degustar otros platos griegos típicos como los gyros, una especie de pita, símilar al kebab turco, aderezada con salsa tzatziki o mostaza ligera, rellena de ensalada, carne de pollo o ternera y patatas fritas. También han triunfado en mi paladar, productos autóctonos como el yogur griego o el queso feta, elaborado con leche de oveja y presente en infinidad de recetas nacionales. Grecia derrocha talento en los fogones y a mí, se me hace la boca agua.


ACRÓPOLIS

Ayer metimos nuestras bicis en el metro para ir a visitar la Acrópolis, porque aquí, en Atenas, el tráfico es bastante caótico y se hace peligroso circular. De camino, en la misma colina donde se alza la Acrópolis pudimos juguetear un rato con alguna de las tortugas que andaban sueltas por la zona. Posteriormente, seguimos ascendiendo y al llegar a las puertas de acceso, nos quisieron cobrar 12€ por cabeza, cantidad que pudimos ahorrarnos gracias al carnet de estudiante de Alex. A continuación, avanzamos sobre bloques de piedra blanca bajo inmensas columnas y ruinas sostenidas parcialmente por la maquinaria encargada de su rehabilitación. Realmente uno puede a partir de la arqueología conservada, con ayuda de los postizos añadidos en la actualidad, reconstruir en su imaginacion una idea aproximada de como debió ser el conjunto en su época. No obstante, pese a la expectación que este lugar suscita, ni el Parthenon ni los templos de Erecteion o Atenea Nike, causaron en mí un gran impacto emocional. Yo rescato de esta experiencia más que la Acrópolis en sí, las panorámicas que ofrece sobre Atenas y las demás colinas que la rodean, en especial sobre la que preside el Licabettus, que además, afortunadamente pude contemplar justo al inicio de una bella puesta de sol. Antes de regresar, para mi sorpresa Alex y Giannis, sacaron una bandera de Chipre y otra de Grecia, respectivamente para retratarse con un fondo del Parthenon a sus espaldas. Esta idea no les pareció nada acertada a los guardas de la Acrópolis que a grito pelado les reprendieron para que las volvieran a guardar de inmediato. La única bandera que allí permiten ondear es la enorme griega incluida en el recinto, supongo que para constatar con orgullo desde la distancia que éste se trata de un tesoro nacional. Justo antes de salir nos cruzamos con unos soldados de pintoresco uniforme que según me explicaron, cada día en una tradicional ceremonia ascienden la colina, un par de veces, para izar y recoger la bandera, en homenaje a unos supuestos héroes bélicos. Finalmente, nos dirigimos de nuevo al piso, donde siguiendo con nuestra terapia chill, me dí el gustazo de tocar la guitarra, junto a Giannis, quien además de talento con el instrumento cuenta con una bonita voz. Cuánto añoraba una buena sesión de música en vivo. Ésta me resulta mucho más vibrante, observando como se produce, sin trampa ni cartón, en su estado más puro. Luego, para rematar la que iba a ser mi última velada allí, hubo cena y tertulia de calidad. Anoche, anticipándome, preparé mi equipaje para no despertar con el ruido al resto, ya que debía madrugar y supuse que ellos aún seguirían durmiendo. Al amanecer, he salido sigilosamente, despidiéndome de los únicos que ya estaban en pie. Esta vez, el trato ha sido tan especial, que más allá de sentirme acogido, me he sentido integrado. Ahora mismo me encuentro en el Ferry Pireas- Santorini y apenas unas horas después, ya empiezo a echarlos de menos. No obstante, también esta sensación de apegada añoranza es efímera y enseguida pasará a un segundo plano como todo lo que tuve que dejar atrás, en cuanto empiecen a embargarme las nuevas experiencias presentes. De todas formas, ¿para qué preocuparse por prolongarlo o retenerlo cuando fue suficiente disfrutarlo? Gracias amigos, porque vuestro grato recuerdo ya quedó, en un rincón de mi memoria, disponible para volver a revivirlo cuando lo requiera. Además, basándome en nuestra gran afinidad, quien sabe si en un futuro de nuevo querámos encontrarnos.


ATENAS

Habia pensado en acercarme corriendo a Maratón, para repetir la gesta de Filipides en la dirección inversa, pero como no he querido correr su suerte, he preferido tomarme unos días de relax en Atenas. Es broma, necesitaba cierta quietud para asegurar una recuperación total y que mejor momento para ello, que éste en que puedo gozar también del placer de la amistad, antes de seguír afrontando nuevos y largos tramos en soledad. De momento, sin visitas turisticas siquiera. Solo tertulia, paseos sin rumbo fijo, comida y descanso, en buena compañía. Emulando el plácido abandono de las hojas caducas suspendidas en la brisa, a su merced. Son vientos de cambio que traen consigo bonanza. Así que por un tiempo, dejaré que me arrastren a su antojo. Qué placer precipitarse sobre un substrato fértil que tú también puedas contribuir a abonar. No obstante, hoy debo empezar a despertar de este letargo, ya que será mi último dia en Atenas y aún no la he explorado lo suficiente. Después de tantos vistazos echados a lo alto de la colina donde se intuyen las ruinas de la Acrópolis, por fin ha llegado la hora de visitarla. Veamos que sensaciones aporta este mitico lugar, tesoro de la arqueología mundial.


THIVA- ATHINA

Desayuno en la zona de acampada con mís amigos chipriotas y sesiones de fotos entre risas.

Despedida de Dimitrus, quien quería ir en tren hasta Atenas. Subida de dos puertos y llegada a Atenas tras un largo llano. Cena a base de pasta con queso feta y panceta aliñada con limón y agradable tertulia en la sobremesa. Mañana hemos planeado visitar la Acrópolis por la mañana. Por la tarde me acercaré a la embajada española a solicitar un duplicado del DNI perdido, para mayor seguridad en la identificacion, aunque sigo conservando el pasaporte y el resto de documentación. Quizá me tome un dia de descanso, antes de ir al puerto de Pireas a tomar el ferry a Santorini, dependiendo de cuando llegue Andreu a Tesalónica, amigo que conocí en el Aneto, con quien me gustaría compartir la cima del Monte Olimpo o Mytikas, el más alto de Grecia.


TRIKALA- KARDITSA- DOMOKOS- LAMIA

Después del largo llano desde Trikala a Karditsa, unos km más adelante asoma una gran cordillera de fondo. Con la vista, en vano buscaba por donde la carretera se dirigiría para esquivarlas y evitar el puerto, ya que contra más me acercaba las montañas más me rodeaban. Finalmente, ni modo, no ha quedado mas remedio que subirlas.


ESTANCIA EN METEORA

Tercer dia de okupa consecutivo, esta vez en una casa en obras junto a la carretera del primer monasterio que mañana voy a visitar. La diferencia térmica respecto al exterior es abismal, asi que asumiré el riesgo de ser sorprendido. En los cimientos correspondientes a la sala de estar, hay un colchón, lo cual indica que seguramente de vez en cuando alguien duerme aqui, quizá para vigilar, pero en contrapartida, encima suyo hay muchas herramientas y estamos cerca de vacaciones, lo que le resta probabilidad. De todas formas, no voy a tentar a la suerte y mañana me pondré el despertador sobre las 6h, hora que considero anterior al inicio de la jornada laboral de cualquier obrero, para acto seguido salir sigilosamente. A continuación, dedicaré la mañana a explorar Meteora en su conjunto y por la tarde comenzaré el recorrido hacia Atenas. Actualmente estoy a 345 Km de la capital griega, tramo que voy a dividir en unas 4 o 5 etapas, sujetas a variaciones por improvisación.


LLEGADA A METEORA

Después de infinidad de pausas, como un entrañable encuentro con un pastor de ovejas, finalmente he llegado a Meteora. Traducido literalmente del griego significa "Monasterios suspendidos en el cielo" y consta de 24 monasterios, de los cuales únicamente 6 estan abiertos al público: SAN NICOLA, BARLAM, GRAD METEORA, ROSANOU (sólo mujeres), STEFANOS (sólo mujeres) Y AGHA TRIADA.

Como podeis ver los Monasterios están encaramados en los salientes y cumbres de las masas rocosas, de formas irregulares hendidas por la erosión. Todo un desafío a la gravedad. Realmente es un entorno místico, un paisaje encantado impregnado de fantasía, que parece sacado de un cuento y que se presta a la meditación, por lo que no sorprende que los monjes hayan elegido este aislamiento en las alturas para centrarse en sus oraciones. Después de merodear por el pueblo, he aparcado mi bicicleta para tomar un sendero a pie, que atravesando un espeso bosque surcado por el curso de un río, conducía al monasterio más accesible: el de San Nicola. En el camino he podido disfrutar al observar a varios escaladores en pleno ejercicio tratando de coronar una de las rocosas cimas. Posteriormente, saliendo del bosque y cruzando la carretera, se inicia una escalera de piedra que conduce directamente a las puertas del monasterio. Aunque estaba cerrado a cal y canto, desde un pequeño balcón he podido gozar de una hermosa panorámica, sobre todo del Monasterio más cercano: el de ROUSANO, a escasos 300m siguiendo la misma carretera. Este lugar es increíble, de nuevo la realidad supera la ficción. En poco tiempo he consumido la bateria de mi smartphone, tratando de retratarlo.

Ningún rincón tenía desperdicio, estaba viviendo una ensoñación de la que no quería despertar. Hubiera seguido visitando el resto de monasterios, pero hubiera lamentado no fotografiarlos, por lo que no me ha quedado más remedio que buscar un bar y tomarme un café mientras volvía a recargarse.

Allí una camarera muy amable me ha recomendado un itinerario por los 4 monasterios más destacados, que mañana al despertar visitaré, antes de encaminarme a Atenas.

Intuyo que acabaré mís días en un ambiente rural, conectado a la naturaleza desde su simplicidad. Una parte de mí ha envidiado al pastor, pero siento que aún es pronto, que éso ya llegará después de todo cuanto me queda por descubrir.


LITOCHORO

A 2 días para alcanzar la cumbre del Myticas.

Nuevo lugar, nuevo perro. Ésta es una tónica constante en mi viaje, confíar en la bondad de la gente y mantener la mente abierta conlleva que en cada lugar siempre encuentre quien me ame, siempre a quien amar.
Cuando llegué a la estación de tren, pregunté por un sitio seguro para aparcar la bicicleta mientras escalo la montaña y Kostas, el responsable, no tan sólo me lo ofreció, sino que además me dió las llaves de una pequeña habitación en la que poder hospedarme gratis las dos noches en que espero la llegada de mi amigo Andreu. Últimamente la suerte no deja de sonreírme. Aún abrumado por la hospitalidad griega, solo espero estar a la altura para corresponderla con lo mejor de mí.


ESTACIÓN DE TESALÓNICA

Esperando en la estación de tren de Tesalónica. No me ha quedado más remedio que tomar mi primer tren desde que partí de Barcelona para poder llegar a tiempo a mi encuentro con Andreu, que dispone únicamente de 3 días libres en su trabajo para cubrir el ascenso, antes de su regreso. Anoche yo. Alexander, Giannis y Demetris (mís amigos Chipriotas) tomamos el tren nocturno de Atenas a Tesalónica que recorre los 500km de distancia en 7h. Al llegar nos hemos despedido y no he podido contener las lágrimas, ante la emoción. Ellos han sido lo más parecido a una familia que he hallado en este viaje, pues más allá del compromiso de una fría cortesía, hemos compartido como hermanos y siempre leales, mís anfitriones me han ayudado y protegido en todo momento. Su huella es profunda, los voy a añorar muchisimo, más como dije desde Santorini, ahora toca pasar página y empezar un nuevo capítulo en solitario. Incluso el mejor de los mandalas debe ser barrido a su fin o las elaboradas fallas explotar en segundos, para recordarnos que incluso lo extraordinario es también efímero. Bien saben de la futilidad de la permanencia, los escribanos orientales que practican la escritura con agua sobre un tronco, observando con serenidad como cada palabra se evapora inmediatamente después de ser trazada, sin necesidad de trascendencia. Todos conocemos el teórico deber de vivir sin expectativas. Sin embargo, éste es el tipo de experiencias entrañables que ponen a prueba la capacidad de desapego. En fin, basténos la mutua fortuna de habernos conocido y aunque va a ser difícil volver a hallar tanta calidad humana, seguiré con la mente abierta por si se presenta.






















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