miércoles, 6 de octubre de 2021

La nobleza enloquecida

Decía Billy Wilder que "Ser honesto en un mundo deshonesto es como desplumar una gallina contra el viento, se llenará la boca de plumas."

Del príncipe Mishkin, protagonista de "El Idiota" de Dostoievski, aprendí como la pureza se trastorna ante el asedio de los bajos instintos de una sociedad corrompida.

Hemos naturalizado el engaño, en una ética maltrecha, convivimos con una notable inversión de valores. Por desgracia, se elogia la picaresca, el canalla seduce a quienes siempre acabará defraudando y como citaba Bukowski "supongo que el único momento en que la mayoría de gente piensa en la injusticia es cuando a ellos les sucede".

Víctimas y verdugos de este ensalzamiento del ingenio y la creatividad de la perversidad, deberíamos sensibilizar la inteligencia a la que rendimos culto.

En la ironía paradójica del dicho: "De bueno tonto", cabe recordar y conviene honrar a aquellos seres cuya conciencia y consciencia trascienden la presente frivolidad del mal. 

Sin embargo, muchos de aquellos que se jactan del engaño, aún ignoran que, en ocasiones, en realidad son ellos mismos quienes han sido moralmente estafados, consentidos de forma puntual por una condescendiente honestidad. Es asombroso ver como su ingenuidad se revierte. 

No obstante, como un martillo golpeando al unísono junto a una tempestad de truenos, la bondad trabaja anónima de incógnito, con sigilo entre la arrogancia del ruido, mas al apreciarla su humildad nos silencia. 

Aún así, esa nobleza de espíritu tan necesaria en nuestros tiempos, podria llegar a enloquecer llevando a implosionar a estos mártires de la bondad sin el respaldo suficiente, convirtiéndose en una dolencia crónica, sin remedio para quienes la padecen y en ese caso, todos perderíamos algo, ¿no creen?


* Fotografía de John Meitz, granjero alquitranado y emplumado, como castigo por no haber apoyado las campañas militares en 1918, durante la Primera Guerra Mundial.

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