Así fue, cómo renunciando al vacío de todo, en la plenitud de la nada, todo lo obtuve. Vacía es la oportunidad que el artista interpreta. La escultura en el tronco, el dibujo en el lienzo o la dicha en la vida.
Yo también fui arquitecto, diseñando desconsuelos que como torres se erigían sobre la tumba de mis sueños aplastados, hasta que comprendí cómo durante todo este lapso tan banal, la consciencia podría haber estado empañada, cómo una frecuencia invisible que las lentes sucias, rayadas por desgaste, no supieran ver, como una suerte de neblina en el alma borrando la presente dicha.
Mi dicha fue la gran desconocida, ¡cuánto la busqué!, y aunque en ocasiones tímida asomara por el rabillo de la consciencia, sin embargo siempre estuvo allí conmigo, lo suficientemente paciente, cómo para que dejara de mirarla, para aprenderla a ver. Cómo por costumbre puedo darle la espalda, si de nuevo la pierdo que no juzgue su desapego, sino mis capacidades.
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