Cuentan que algunos perros, ya demasiado ansiosos, persiguen moscas imaginarias.
En la esquina, ebrios de dolor, indigentes ríen su miseria a carcajadas. A veces, se les oye susurrar delirios como lirios que consuelan al alma apaleada.
Se dice que ellos están perdidos porque perdieron el norte, frente a un edificio de colmenas de ladrillo, al otro lado del muro, que cuestan una vida de trabajo.
Así fue como la realidad se acostó agotada en el lecho de los sueños y en un mundo sonámbulo, ya nadie quiso despertar del dulce sueño de la libertad.
¿No es acaso la locura el refugio de los cuerdos?
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