Qué extraño es herirse en la defensa.
Qué extraño es el escudo que se clava.
Qué extraña es esa honra que se finge,
el consuelo que se aflige.
La luz del ciego, el amor al ego.
Qué extraño es ese extraño que se extraña.
Por él, olvidamos amarnos.
Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada, es nuestra luz y no nuestra oscurida...
No hay comentarios:
Publicar un comentario