Si aprendí a no esperar ni lo esperado, figurate con lo improbable. ¡Cuántas peras se le piden al olmo!
No podemos reprocharle a la decepción que insista. Cada decepción ocurre sólo una vez.
El resto es autoengaño.
Bajo el reino del cálculo, me reservo el valor de la mirada. Rendido al rendimiento, acudo a la melodía de vivir, sin peso, ...
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