Vivimos en una sociedad terapeutizada, cuya crisis de valores demanda con urgencia una reorientación filosófica.
Y sin embargo, en el lucrativo marketing de las soluciones inmediatas, seguimos persiguiendo la panacea de algún milagro químico.
Ni hablar de los hábitos o creencias, de las endorfinas,
en tal quimera cada píldora es un "antídoto" que refuerza el desencanto.
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