El filósofo griego Epicuro, ya planteó en el siglo IV a.C este dilema sobre el mal: «Si Dios puede y no quiere, no es bueno; si quiere y no puede, no es omnipotente».
La historia describe en algunos episodios una monstruosidad sin escrúpulos. Dios debía estar distraído.
Quizá no pueda haber ya lírica después de Auschwitz como nos advertía Adorno o quizá, según Neruda, más bien podrán cortar algunas flores, pero nunca lograrán detener la primavera.
El ser humano puede ser tan maravilloso como abominable, aunque me temo que en ocasiones, ni siquiera la lírica religiosa pudiera soportar su ética.
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