El sistema es etéreo. Está aquí o allí, en unos dígitos rulando impunes. Creo que por esa misma intangibilidad persiste.
Podemos culpar al gobierno, a las corporaciones e incluso al ciudadano medio por su complicidad.
Todos contribuimos para sobrevivir.
Todos nutrimos al monstruo que acabará devorándonos.
De niño camino a la escuela solía meditar sobre una pintada en un muro que proclamaba:
"Produce consume y calla. Medio mundo se muere de hambre y el otro medio por adelgazar".
Cubrimos el capricho al coste de la necesidad.
Y quién controla en qué formas el consumo se transforma.
¡La sangre al río!, nuestro alivio es el castigo que circula indiferente. Ya lo dijo Fito, "el dinero que te salva, es el mismo que asesina".
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