domingo, 25 de diciembre de 2022

El rastro de la mediocridad

Cabe apreciar una devaluación semántica de la mediocridad. Actualmente un cualitativo despectivo, antaño refería la virtud que equilibra ambos extremos.

Hoy en día, es sorprendente como se aclama la vulgaridad. El criterio parece socavado por la formación, aunque también el gusto, como en enología, se educa. Así es común ver a virtuosos intérpretes tocando bajo tierra en el metro a cambio de unas monedas, mientras los grandes estadios se abarrotan para reverenciar al nuevo rey de los estribillos pop. 

El virus del Ad Populum contamina sin piedad gran parte de los ámbitos artísticos que identifican el talento con la popularidad.

La nuestra no es la dorada mediocridad de Horacio, las masas enarbolan una mediocridad mezquina, que al ensalzar lo mediocre degrada lo sublime a alternativo y sin difusión lo debilita como un cometa hasta extinguirse. Creo que el foco se despista en una promoción que relega la luz a las impenetrables sombras del anonimato. 

Reina el desconcierto en los márgenes. Para deleitarse toca rebuscar en un rastro.

Han convertido la belleza en tabú.
Hace falta rebeldía para reconocer lo bello.

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