jueves, 24 de noviembre de 2022

La alcoba vacía

A menudo, tras las despedidas, en sus íntimas divagaciones observaba los frutos de aquel campo sembrado de pasiones. 

La sábana arrugada, su cigarrillo aún humeante retorciéndose en el cenicero y el vaho en los vidrios empañados, que parecían agitados por la prisa, pronto debían prepararse para un nuevo uso. 

Entonces, un rictus de tristeza contraía la dulzura de su rostro como un dátil, al recordar que entre tantos placeres, habían olvidado conocerse. 

Después de todo no era tan distinto a ellos. 

Se había convertido en un objeto de deseo
y sin embargo, no podía soportarlo.

El vacío era denso. El corazón le oprimia el pecho tanto como aquella estancia.

Salió a tomar el aire en busca de espacio.
Al fin y al cabo, lo habían reducido justo a eso... un objeto.

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