La gente inquieta sorteando los charcos.
El cielo desplomando su furia sobre los tejados.
Y en aquel frescor húmedo
sentí que todos mis campos brotaban.
Que nada ahí afuera, pudiera alterar esta paz imperturbable.
Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada, es nuestra luz y no nuestra oscurida...
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