donde cada quien se ofrece, sin mostrarte
más de lo que te deja ver.
De nuevo, ¡siento la noche caer!
Siempre alimentando la misma ilusión,
de hallar en ti mi valoración.
Pero, tras las luces y muecas seductoras, que son de la madrugada rayo
¡Ay, insípido bufón de mi atención!, ¡no te hallo, no me hallo!
Quizás, porque ni siquiera te busco.
Pienso que nada tienes para mí y me ofusco.
O puede también, que esta engañosa jaula que me recibe,
no conforme la libertad del águila, que en mí vive.
No lo sé, ¡es tan irónica la noche!
En lugar de diversión, derroche.
Teatro donde bailan luces de colores extasiadas
y entre ellas, las mías mueren apagadas.
Por último, después de festejar con tragos,
toca afligirse en sus estragos.
Que irónico, ¡alcohol que tantas heridas causas!
y sin embargo, ¡te usan para curarlas!
Pero, !que diablos!, ¿Por qué me quejo?
Acaso no fui yo quien colocó ese espejo,
buscando el divino reflejo de la satisfacción.
Fiel a la monotonía, huyendo de la devoción
No hay comentarios:
Publicar un comentario