Si aprendí a no esperar ni lo esperado, figurate con lo improbable. ¡Cuántas peras se le piden al olmo!
No podemos reprocharle a la decepción que insista. Cada decepción ocurre sólo una vez.
El resto es autoengaño.
Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada, es nuestra luz y no nuestra oscurida...
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