Viajando inmóvil, salvo por el mero vaivén de mi mirada sobre el texto.
Sacando el jugo de la pluma que, como varita, evocó sus universos mágicos.
Susurrando voces mudas. Proyectando escenas ciegas.
Vibrando en el latir de sus hojas,
de papel que fuera árbol y volvía a oxigenarme.
Sintiendo sin estar, aunque estando en lo sentido.
Conversando el alma, con el orden agrupado de las letras.
Acompañado por ausentes personajes,
repoblando la inhóspita oquedad del tiempo.
Así se fue mi tarde junto a un libro.
* Ilustración de Pawel Kuczynski.
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